¿Y si el ser humano dejara de ser un proyecto biológico para convertirse en uno tecnológico? Esa es la pregunta que empieza a tomar fuerza en laboratorios, foros de innovación y centros de inversión. Lo llaman transhumanismo.
Usar la ciencia para ir más allá de nuestros límites naturales. Mejorar el cuerpo, la mente, e incluso prolongar la vida más allá de lo que permite la biología. Hoy ya existen prótesis biónicas que superan a las extremidades humanas, chips cerebrales que leen pensamientos, inteligencia artificial que interactúa con neuronas y terapias genéticas que modifican el ADN.
Elon Musk desarrolla Neuralink para que el cerebro humano se conecte directamente con sistemas digitales. Ray Kurzweil cree que en 2045 podríamos alcanzar la llamada “singularidad”, una fusión entre humanos y máquinas. Max More, propone que la evolución ya no sea un accidente natural, sino un diseño intencional, donde mejoremos lo que somos guiados por valores que prioricen la vida… aunque redefinida por la tecnología.
Durante siglos, la filosofía ha entendido la vida humana como algo finito, vulnerable y valioso justamente por esos límites. La fragilidad, la memoria que se olvida, el cuerpo que envejece, todo eso nos ha hecho sensibles, creativos, éticos. ¿Qué ocurre si esos límites se eliminan? ¿Perdemos parte de lo que nos define?
También surgen interrogantes sobre el valor económico de esta transformación. Las tecnologías que prometen aumentar al ser humano ya mueven miles de millones de dólares en inversiones. Grandes corporaciones compiten por liderar esta nueva frontera donde la carne y el silicio se mezclan. El cuerpo se convierte en mercado, la mente en plataforma, y la salud en un producto con precio.
Pero no todos podrán pagar ese precio. Las mejoras cognitivas, los tratamientos antienvejecimiento o los implantes inteligentes podrían concentrarse en quienes tengan los recursos. Así, el acceso a lo que nos hace “más humanos” –inteligencia, salud, longevidad– pasaría por una tarjeta bancaria. El riesgo no es menor: podríamos dividirnos entre los que pueden aumentar su cuerpo… y los que solo pueden envejecer con él.
Algunos medios ya comienzan a normalizar esta visión del futuro. Una reciente portada de The Economist habla del avance imparable de estas tecnologías, como si ya fueran parte inevitable de la evolución. Pero la evolución natural no tiene dueño. Esta, sí. Tiene laboratorios, patentes, fondos de inversión, y una narrativa que promete progreso, sin detenerse a preguntar qué estamos dejando atrás.
Algunas tradiciones filosóficas recuerdan que la mejora humana no es solo cuestión de fuerza o inteligencia, sino también de sabiduría, compasión y comunidad. Y que no todo lo que puede hacerse… debe hacerse.
El transhumanismo no solo reconfigura la medicina o la economía. Reconfigura lo más profundo: la idea de quiénes somos y hacia dónde vamos. No hay respuestas fáciles. Solo preguntas que merecen pensarse con calma, porque el cuerpo puede cambiar, pero la dignidad no debería tener precio.
https://www.economist.com/weeklyedition/2025-03-22
Nosotros | Publicidad | Suscripciones | Contacto | Aviso de Privacidad
Reservados todos los derechos 2025 |