El pasado primero de junio, México presenció un hecho sin precedentes en su historia democrática: el abstencionismo se impuso como el actor dominante en la elección judicial. Los niveles de participación ciudadana se mantuvieron bajos, revelando una preocupante desconexión entre la sociedad y una de las instituciones más relevantes para la garantía de la justicia y la imparcialidad en el país.
La democracia, en su concepción más pura, exige la intervención activa de la ciudadanía en la elección de sus representantes y, en este caso particular, de los funcionarios encargados de impartir justicia. El abstencionismo creciente desnuda una dualidad en el ejercicio democrático: por un lado, la existencia de los mecanismos legales necesarios para la participación y, por el otro, una apatía evidente hacia el proceso, especialmente cuando este involucra la elección de jueces y magistrados.
El Derecho, entendido como un sistema normativo para la convivencia, requiere legitimidad no sólo formal, sino también social. La legitimidad se consolida mediante el respaldo ciudadano. La alta abstención en la elección judicial del pasado domingo representa una alerta crítica para quienes promovemos el Estado de Derecho: la falta de confianza en las estructuras judiciales y en los procesos de selección de sus titulares amenaza el principio de imparcialidad y debilita la percepción de justicia.
Diversos factores inciden en el abstencionismo: desinformación, desconfianza, falta de identificación con los candidatos o los procesos, y un bajo sentido de pertenencia cívica. Estos elementos no son ajenos a los retos que enfrenta la democracia mexicana, donde la participación ciudadana es, a menudo, sustituida por el distanciamiento y la indiferencia.
En consecuencia, corresponde al Estado y a la sociedad civil atender esta problemática desde varios frentes. Es imprescindible promover una mayor educación cívica y jurídica, transparentar los mecanismos de elección y designación en el Poder Judicial, y garantizar campañas informativas efectivas que expliquen la importancia y el impacto de estos procesos en la vida cotidiana de los mexicanos. Sólo fortaleciendo la participación ciudadana en los asuntos públicos, podrá restaurarse la confianza en la justicia y la imparcialidad institucional.
El abstencionismo, en esta elección judicial, nos invita a una profunda reflexión sobre la calidad de nuestra democracia y la eficacia de nuestros instrumentos legales. La justicia no puede ser robustecida únicamente desde los tribunales; debe construirse diariamente desde la ciudadanía, que, al ejercer su derecho al voto, ratifica su compromiso con la equidad, la transparencia y la imparcialidad. De lo contrario, seguirá siendo la abstención –y no la voz popular– la que defina el rumbo de la justicia en México.
Por ahora en esta primera elección judicial en México el gran ganador fue el desinterés ciudadano; hasta el momento se ha dado a conocer que la participación de los mexicanos y mexicanas no rebasa ni el 13 por ciento, un hecho lamentable, que quedará impreso en los libros de historia.
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