México | 2025-05-13
México se está calentando más rápido que el resto del planeta. No es una exageración ni una advertencia. Se trata de un dato concreto. Y, además, preocupante aportado por estudios recientes.
Lo dijo con claridad Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM: mientras la temperatura global ha aumentado en promedio 2 grados por siglo, en México el ritmo es mucho más veloz: 3.2 grados por siglo. La diferencia no es menor.
En los últimos 18 meses, el planeta ha vivido una racha sostenida de temperaturas elevadas. Fenómenos como El Niño y La Niña, que en otras épocas ayudaban a regular los extremos, ya no están funcionando como antes. El calor sigue, constante.
Estrada explicó que desde la era preindustrial hasta 2024, nuestro país ya acumula un aumento de 1.8 grados Celsius. A este paso, en tan solo unos años, el umbral crítico de 1.5 °C que los Acuerdos de París propusieron evitar, quedará completamente rebasado.
Rumbo a la Cumbre de Rectoras y Rectores de Universidades Mexicanas por la Acción Climática 2025, varios expertos se reunieron para poner el tema sobre la mesa. No como una preocupación ambiental aislada, sino como una urgencia nacional.
Eduardo Vega López, desde la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad, señaló que se necesita construir una ciudadanía ambiental: gente informada, sí, pero también dispuesta a actuar, a modificar hábitos, a exigir políticas reales.
Y es ahí donde entra Enrique Provencio Durazo, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo. Para él, la acción climática no debe pensarse como algo externo o ajeno, sino como parte de una visión de país, de progreso y justicia. "Cuesta, sí, pero los beneficios también son grandes", subrayó.
La investigadora Naxhelli Ruiz Rivera puso el foco en algo que no suele mencionarse tanto: el impacto social del cambio climático. No todos lo viven igual. Hay zonas urbanas marginadas donde el calor no solo incomoda: enferma, agota, mata.
Según sus datos, 35.3 millones de viviendas en México tienen carencias serias, muchas con filtraciones o estructuras deterioradas. Cuando llega un huracán, como Otis, no todos pueden resguardarse igual. Y cuando falta el agua, los más pobres la pagan más cara o simplemente no la tienen.
Peor aún: niños, adultos mayores, personas con discapacidad, todos ellos sufren de forma más profunda estos fenómenos.