Estado Unidos | 2024-05-16
Una nueva variante del coronavirus, conocida como FLiRT, ya representa hasta el 25% de los casos de COVID-19 en Estados Unidos. La aparición de esta variante ha despertado preguntas sobre su gravedad, su posible llegada a otros países y la eficacia de las vacunas actuales frente a ella.
Desde la llegada de la variante ómicron en noviembre de 2021, han surgido numerosas subvariantes del SARS-CoV-2. FLiRT es una de ellas, derivada de JN.1, y comparte similitudes con BA.2.86, también conocida como Pirola.
Aunque en Estados Unidos FLiRT está en ascenso, por su parte, México la variante predominante sigue siendo la ómicron BW.1 o Xibalbá.
FLiRT, al igual que otras variantes del coronavirus, ha mostrado ser altamente mutante, lo que le permite evadir parcialmente la respuesta inmunitaria del cuerpo.
Los síntomas de esta nueva variante son similares a los de la Ómicron, aunque parece que puede volver a afectar el olfato y el gusto, algo menos común en variantes recientes.
Lo más preocupante de FLiRT es su impacto en la espícula del virus, la proteína en la que se basan todas las vacunas actuales. Esta espícula actúa como una llave que permite al virus entrar en las células humanas.
Mutaciones significativas en esta proteína podrían reducir la eficacia de las vacunas existentes. Sin embargo, la tecnología actual permite adaptar rápidamente las vacunas a nuevas variantes, lo cual ya se ha hecho en campañas de vacunación recientes.
La comunidad científica y las autoridades sanitarias continúan monitoreando de cerca la evolución de FLiRT. La detección y adaptación rápidas serán cruciales para mitigar el impacto de esta nueva variante.
Por ahora, se mantiene la recomendación de seguir las medidas de prevención y vacunarse con las dosis disponibles, mientras se evalúa la necesidad de nuevas adaptaciones en las vacunas.
FLiRT representa un desafío en la lucha contra el COVID-19, destacando la necesidad de constante vigilancia y adaptación de las estrategias de salud pública.
La capacidad de mutación del SARS-CoV-2 sigue siendo un recordatorio de la importancia de la investigación continua y la flexibilidad en la respuesta sanitaria.