Días de Colegio

Guarda un espacio en su corazón para quienes la acompañaron en aquellos días de colegio

Veracruz | 2024-09-12

La mañana comenzaba para nosotros ( es decir  para mi hermano Leopoldo y para mí) a las 5,45 , al  sonar el despertador. Entonces era meterse rápido al baño, tomar jugo, ponche o leche con chocolate para esperar a los respectivos transportes escolares, uno para La Salle, otro para El Pacelli.

Desde el ingreso al gran vehículo colegial, Don Esteban y Esperanza daban no solo los buenos días, sino alguna reprimenda chusca. Ellos junto con Don Ramón, Tere y Don Diego el dueño del portavoz de salida del colegio, fueron personajes imprescindibles en el Instituto.

Transcurrir los días entre clases, festivales, horas de poesía declamada, torneos de voleibol, anécdotas de los primeros bailes, los novios y algunos maestros y religiosas inolvidables (Alfredo Domínguez, Enrique Sarabia, Concepción Balcárcel, Guadalupe Quevedo, Enrique Delon, Beatriz Silva, Guadalupe Rodríguez Ulibarri, Madre Guadalupe Torres, Madre Edith, Madre María de Jesús entre tantos) fueron los registros de una futura juventud feliz.

El colegio para muchos es obligación y estudio, para otros como yo, el refugio esencial de una preparación a la libertad.

Sé es libre cuando quitas el peso de la monotonía y la disciplina exacerbada en el hogar y en el entorno, y entonces las puertas a la imaginación se abren, pues los vestidos y juegos de niñas se convierten en promesas de posibles logros.

Los cimientos físicos del Instituto Pedagógico Pacelli ya no están, solo quedan las huellas en la nostalgia, como citará Elena Garro en Recuerdos del porvenir, así yo melancólica, me encuentro en imagen encerrada conmigo misma, condenada a la memoria y a su variado espejo... El Pacelli queda como esa escena nebulosa de incierto porvenir, eco de jovencitas ataviadas de faldas de cuadros, calcetas azules y blusas blancas, envueltas en las alegrías y a veces contratiempos propios de la edad.

De aquellos jardines, cabañas, grandes aulas pintadas de verde y blanco solo quedan fotografías, imágenes deshojadas en cajas multicolores, en su mayoría esparcidas hacia otros horizontes por los fuertes nortes de Veracruz, fenómeno recurrente y sacudidor no solo de cuerpos y objetos, sino de ánimos.

Hoy a pesar de la distancia geográfica y emocional, amigas y compañeras volvemos a reunirnos, como si se entonara aquel estribillo de melodía cantada   en el Campamento Lomas Pinar, muy pronto junto el fuego nos reunirá el amor.

Valioso sentimiento de las hijas de la Virgen de la Encarnación, pues casi todas las generaciones se reúnen en torno al espejismo de la avenida Díaz Mirón y la permanencia auditiva del murmullo constante de las copas de grandes pinos.

Mis respetos para quienes de mi generación ya no están con nosotras Verónica Sosa y Gabriela Urquiza. Mi  gratitud para la Generación 1972 .1977  y mi cariño para Pacellas hoy identificadas con mi cruzada de  divulgación artística: Ana Luisa Fox, quien leyó  emotivo texto: Ivonne la niña apropiada del texto de Juan Dios Peza...así no me curo yo soy Garrik, cambiarme la receta...hoy la persona comprometida e impulsora del arte en Veracruz... asimismo gracias a Nelly Manzanillo, Rosario Barros, Rocío Martínez Jurado, Rosa Campos,   Judith Hermosillo,  Leticia Torrano, Rosa Rodríguez y  Lili Sánchez de Ruiz.

Veracruz sigue acunado por la luna cimiento de recuerdo de bellos momentos.

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