Tras la muerte del papa Francisco, mientras numerosos países y líderes mundiales rendían homenaje al pontífice, la reacción en China fue notablemente mesurada pues solo se emitió un comentario de parte de sus relaciones exteriores.
"China expresa sus condolencias por el fallecimiento del Papa Francisco.En los últimos años, China y el Vaticano mantuvieron contactos constructivos y llevaron a cabo intercambios amistosos", compartió el portavoz del Ministerio de Exteriores, Guo Jiakun, un día después de que el Papa falleciera.
En un país oficialmente ateo pero con millones de fieles católicos, la relación con el Vaticano siempre ha sido compleja y tensa, lo que se reflejó en la escasa cobertura del fallecimiento por parte de los medios estatales.
Más de 20 horas después del anuncio del Vaticano, ni el gobierno de Beijing ni la Iglesia católica oficial, aprobada por el Estado, habían emitido una declaración pública. Aunque se prevé que eventualmente se expresen condolencias a través de un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, como suele hacerse, la respuesta contenida pone de relieve la naturaleza delicada de las relaciones entre el Partido Comunista chino y la Santa Sede.
Durante décadas, las iglesias católicas bajo control estatal en China fueron administradas por obispos designados por el propio régimen. Esta situación generó tensiones prolongadas hasta que, en 2018, durante el papado de Francisco, ambas partes llegaron a un acuerdo histórico sobre el nombramiento de obispos. Aunque los términos del pacto nunca se han hecho públicos, ha sido renovado en dos ocasiones.
Sin embargo, muchos dentro de las comunidades católicas clandestinas, que han permanecido fieles a Roma pese a la persecución, ven el acuerdo con desconfianza. Temen que la diplomacia con Beijing los deje aún más vulnerables frente a un gobierno que continúa reprimiendo la libertad religiosa, especialmente bajo el liderazgo de Xi Jinping.
Las críticas no han sido pocas. Diversas voces dentro de la misma Iglesia han cuestionado por qué una institución que históricamente ha defendido los derechos humanos se vincularía con un régimen que controla estrictamente la expresión religiosa.
Pese a ello, el Vaticano insiste en que los frutos del pacto comienzan a manifestarse y aspira incluso a establecer una oficina permanente en territorio chino.
El catolicismo es una de las cinco religiones oficialmente reconocidas por el Estado chino, aunque su práctica se encuentra severamente limitada por las directrices del Partido Comunista, que mantiene control sobre todos los aspectos de la vida pública. Se estima oficialmente que hay cerca de 6 millones de católicos en China, aunque la cifra real podría ser mucho mayor si se consideran los fieles que asisten a iglesias no registradas.
La Santa Sede no mantiene relaciones diplomáticas oficiales con China desde 1951, cuando el entonces nuevo régimen comunista rompió los lazos y expulsó al representante papal. En su lugar, el Vaticano ha continuado reconociendo a Taiwán como un Estado soberano, siendo el único país europeo que lo hace.
Esa postura diplomática ha sido un punto de fricción constante entre el Vaticano y Beijing. El presidente taiwanés Lai Ching-te expresó sus condolencias por la muerte del pontífice en nombre del pueblo de la isla y anunció que un enviado especial acudiría al funeral. Esta muestra de lealtad refuerza los lazos entre la Santa Sede y Taipei, en contraste con la postura del gobierno chino.
Francisco manifestó en múltiples ocasiones su deseo de visitar China, país al que ningún papa ha logrado ingresar.
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