Pese a ser egresado de las mejores universidades del país y del extranjero, Emilio Lozoya Austin parece no haber entendido que su caso no era para llevar ante los tribunales al expresidente Enrique Peña Nieto y ni siquiera a su cómplice Luis Videgaray, exsecretario de Hacienda y excanciller –con los que supuestamente se habrían hecho acuerdos para pactar la tersa entrega del poder en 2018 al candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador–, sino para desacreditar y perseguir penalmente a los principales opositores a las reformas obradoristas, especialmente a los del PAN, entre ellos a Ricardo Anaya, quien aspira a contender nuevamente por la Presidencia de la República en 2024.
El exdirector de Pemex, quien desde julio de 2020, cuando fue extraditado de España, jamás había pisado un juzgado en México, sólo tenía que mantener un bajo perfil y seguir acusando y aportar supuestas pruebas contra los exdiputados federales y exsenadores de Acción Nacional que en 2013 aprobaron la reforma energética de Peña. Pero el show político-mediático, del que era el actor principal, se vino abajo cuando el pasado 9 de octubre cometió la imprudencia de abandonar su mansión para salir a cenar con un par de amigas a un lujoso restaurante, donde tuvo la mala fortuna de toparse con la periodista Lourdes Mendoza, que lo demandó penalmente por difamación, ya que la había implicado también en su lista de sobornados. La columnista de El Financiero subió fotografías y un video a las redes sociales, lo que detonó un escándalo que causó gran enojo en Palacio Nacional y provocó una fuerte reprimenda al fiscal Alejandro Gertz Manero, motivando que casi un mes después la FGR solicitara al juez federal que le modificara la medida cautelar por la de prisión preventiva justificada.
Desde hace un año, Lozoya debió percatarse que el interés del presidente López Obrador no es proceder penalmente contra su antecesor, pues si eso realmente pretendiera ya lo hubiera hecho el mandatario de Morena.
Y es que pocos lo recuerdan, pero desde el 6 de noviembre de 2020 el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, ahora compañero de Lozoya en el Reclusorio Norte, afirmó a través de su cuenta de Twitter que estaba dispuesto a declarar ante la FGR todo lo que sabe del caso Odebrecht y de Peña Nieto. Y, como prueba, dijo que en 2012, siendo ya el priista mexiquense Presidente electo de México, visitó en Sao Paulo, Brasil, la casa del empresario Marcelo Odebrecht, desde donde le llamó vía telefónica para instruirle “que acelerara todos los trámites y obras que su gobierno tuviera pendientes para que Etileno XXI pudiera arrancar lo antes posible, ya que él tenía un compromiso muy grande con estas personas por el apoyo que había recibido para su campaña presidencial”.
“Tengo la disposición de declarar todo lo que me consta en este caso ante la autoridad correspondiente, sin necesidad de solicitar ningún criterio de oportunidad o beneficio”, publicó Duarte, pero inexplicablemente la FGR no le tomó la palabra.
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