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La igualdad mal entendida

2022-02-19 | 09:05 a.m.
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Una de las razones que originan la popularidad del socialismo es el ofrecimiento a las masas de lograr  la igualdad completa de los seres humanos.

La igualdad de todas las personas existe  y debe tener vigencia  ante la Ley, en  la búsqueda de oportunidades, en el derecho  a tener una vida, salud  y educación mejor; pero sobre todo en cuanto a la dignidad que todos tenemos como personas.

Para quienes  profesan determinadas religiones, todos somos dignos hijos de un mismo Creador.

Sin embargo, hay aspectos en los que las personas tenemos características y cualidades distintas, lo que permite que el mundo y las sociedades humanas funcionen adecuadamente. No se concibe que un grupo de personas prospere, si  todos sus integrantes se dedican a practicar un mismo oficio, actividad o profesión.

En esos aspectos y en otros más,  no todos somos iguales.

Si por ejemplo, todos nos dedicáramos al deporte profesional, ¿quiénes fabricarían la ropa que nos cubre o trabajarían en el campo para producir alimentos?. ¿Quiénes enseñarían en las escuelas y quiénes curarían nuestras enfermedades o construirían nuestras viviendas?.

Como podrá verse, en estos temas no existe igualdad. Quien mejor preparado esté o mayores habilidades posea de manera natural o las desarrolle mediante la práctica y  la disciplina,  gozará siempre de un mejor sueldo. Este aliciente impulsa a muchos  a superarse.

También habrá quien trabaje duro y quien sea perezoso. Quien sea virtuoso y quien tenga alguno o varios vicios. En conclusión,  en esos temas tampoco habrá igualdad alguna.

Cuando el socialismo ofrece de todo y  sin medida, tanto a los que trabajan mucho, como a los que no se esfuerzan nada o lo hacen muy poco,  las cosas van a terminar mal.

Porque si  los que se apuran y se superan  tienen prácticamente los mismos sueldos que los que ven al trabajo como un castigo y al estudio como una carga, la sociedad se estancará debido a que quienes más habilidades tengan para destacar, innovar, investigar, descubrir, inventar, invertir, organizar a los demás para producir riqueza y generar empleos, pronto dejarán de hacerlo.

¿Para qué deberían esforzarse si su esfuerzo, dedicación y talento no se valoran y por lo tanto no se traducen en un mejor sueldo y en una mejor posición?. Si además, se les ataca llamándolos aspiracionistas, neoliberales, insensibles, egoístas y fifís.

De continuar por ese camino de ofrecer una igualdad forzada por decreto,  el  Estado pasará a ser dueño de todo, tanto de la propiedad privada como de las mentes de los ciudadanos, de los medios de producción y los de comunicación. Por eso a esos regímenes se les llama totalitarios.

Además, en una sociedad sumida en la pobreza,  el gobierno de cualquier nación que proporcione a sus habitantes  alimentación precaria, incluso raquítica y de mala calidad; terminará siendo el amo y  señor de vidas y haciendas, como  en la época feudal.

No faltarán desde luego  quienes movidos por la necesidad o por el interés, denuncien a aquéllos que piensen diferente y así se llenarán  las cárceles de disidentes.

También  provocarán estas acciones la huida de quienes puedan hacerlo y ese país terminará por despoblarse y arruinarse.

Tres naciones en su momento fueron riquísimas: Cuba, Venezuela y Argentina. El populismo de sus gobernantes acabó con las economías cubana y venezolana. 

Argentina, va en esa misma ruta y tras varios experimentos de corte socialista, interrumpidos brevemente por lamentables y sangrientos golpes militares,  no ha podido recuperarse. Chile, siendo una de las economías más prósperas de Latinoamérica, puede tomar nuevamente ese largo y sinuoso camino, si la ideología de un radical como Gabriel Boric, no tiene contrapesos en el Congreso de esa nación.

Nicaragua sigue esa  ruta. Ecuador y Perú también.

Ojalá y en México los ciudadanos actuemos a tiempo, para apoyar todo aquello que resulte positivo para el país y rechacemos civilizadamente en las urnas lo que consideremos dañino para la Patria.

La libertad del hombre empieza con el respeto a la vida y a la propiedad privada, a la libertad de pensamiento y de asociación. A la libertad de pertenecer o no a determinados partidos y a profesar la religión que desee o incluso a no practicar ninguna. Termina dicha libertad cuando un grupo de burócratas dogmáticos y convenientemente ideologizados  se queda con todo el poder, decidiendo unilateralmente lo que debe hacer cada persona, cuántos pares de zapatos debe poseer y dónde debe vivir; qué periódicos debe de leer, que noticieros  escuchar y a qué partido debe pertenecer. También cuánto debe  ganar.

El pensamiento único y la colectivización forzada llevan a las dictaduras y éstas al fracaso rotundo de la economía y a la pérdida absoluta de las libertades.

Todos los ciudadanos, excepto los gobernantes, acaban siendo más iguales, pero hacia abajo.

Los gobernantes siempre terminan  enriqueciéndose. Muchos de ellos y sus familias van de compras, a curar sus enfermedades, a hacer negocios o a vivir a los países  neoliberales. No terminan viviendo ni en Cuba ni en Venezuela.

El sistema socialista lleva al fracaso a cualquier país del mundo.

Por eso, debemos estar siempre alertas.

¿No les parece a Ustedes?

Muchas gracias y buen fin de semana.

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