La elección de la primera presidenta en más de 200 años de existencia de nuestro país -como Estado independiente- marcará, sin lugar a dudas, un antes y un después tanto en el plano nacional como en el ámbito internacional. Al margen de la filiación política de cada uno, que es muy respetable, el hecho en sí mismo manda un poderoso mensaje al mundo de que en México las cosas han cambiado. Compartimos, en ese sentido, la alegría de ver materializado el sueño de millones de mexicanas y mexicanos con la elección de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo como la primera jefa de gobierno en la historia de nuestro país. La elección de la primera mujer que preside el ejecutivo federal, constituye una oportunidad única para que el país asuma un rol más relevante en temas internacionales. En un contexto global donde los desafíos son cada vez más complejos, creemos que la agenda internacional que debería promover la presidenta a lo largo de su administración debería tener como pilares fundamentales la igualdad de género, el cambio climático, la cooperación económica, la migración y la seguridad.
En materia de igualdad, ya el simple hecho de que una mujer llegue a la presidencia de la República es intrínsecamente importante para el avance de la igualdad de género en el país. No obstante, lo anterior, su mandato debería estar acompañado de una agenda que impulse políticas efectivas para la equidad de género. En foros internacionales, su liderazgo sería clave para promover iniciativas que combatan la violencia de género, cierren las brechas salariales y fortalezcan la participación de las mujeres en la política y la vida pública. Además, México ha sido un defensor de los derechos humanos en el ámbito global, y la primera presidenta debería continuar en esa línea, abogando por la protección de las minorías, los migrantes y las personas en situación de vulnerabilidad. En un mundo cada vez más polarizado, su liderazgo podría servir como un contrapeso a las tendencias autoritarias y regresivas que amenazan las libertades fundamentales en diversas partes de la región y del mundo.
El cambio climático constituye una de las mayores amenazas globales y México, como uno de los países más vulnerables (golpeado todos los años por huracanes más virulentos), debe asumir un rol más activo en esta lucha. La presidenta debería comprometerse con el cumplimiento y fortalecimiento de los acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París, y avanzar hacia una economía verde que priorice las energías renovables y la sostenibilidad en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. México también puede liderar iniciativas regionales en América Latina, uniendo esfuerzos con otros países para combatir problemas comunes como la deforestación y la degradación ambiental. Este liderazgo ambiental no solo mejoraría la posición de México en los foros internacionales, sino que también ayudaría a generar un impacto positivo en la región, impulsando políticas que combinen el crecimiento económico con la preservación del medio ambiente. El hecho de que la presidenta Sheinbaum sea una científica ambientalista debe ser un aliciente para que México asuma el liderazgo en cuestiones medioambientales en nuestra región latinoamericana y en el mundo.
El desarrollo económico de México, por otro lado, no puede depender únicamente del crecimiento, sino que debe centrarse en la inclusión y la sostenibilidad. Una presidenta comprometida con el bienestar social debería buscar acuerdos comerciales que no solo favorezcan a la élite económica, sino que también beneficien a los sectores más vulnerables de la población, promoviendo el comercio justo y políticas inclusivas. Además, debería liderar esfuerzos para reducir la pobreza y las desigualdades en el país y en la región. Esto implicaría trabajar de la mano con organismos internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para fomentar políticas que promuevan el desarrollo sostenible y el bienestar social en toda América Latina.
La migración, por su parte, ha sido un tema central en la política exterior de México. La presidenta tendría la oportunidad de abogar por un enfoque más humano y colaborativo en la gestión migratoria, trabajando con países como Estados Unidos y Canadá para buscar soluciones que equilibren la seguridad fronteriza con los derechos humanos. México, como país de tránsito y destino para miles de migrantes, tiene la responsabilidad de liderar una reforma migratoria que proteja los derechos de estas personas y promueva políticas migratorias justas y equilibradas. Una presidenta que defienda los derechos de los migrantes no solo fortalecería la reputación de México como defensor de los derechos humanos, sino que también mejoraría las relaciones bilaterales y multilaterales en la región.
El narcotráfico y el crimen organizado continúan siendo amenazas para la seguridad en México y la región. La presidenta debería liderar esfuerzos internacionales para combatir estas redes criminales, promoviendo una mayor cooperación con los países vecinos y las agencias internacionales. No obstante, la lucha contra el crimen debe ir más allá de la seguridad militar; debe abordar también las causas estructurales, como la pobreza, la falta de oportunidades y la corrupción. En paralelo, la presidenta también podría desempeñar un rol activo en la promoción de acuerdos internacionales sobre ciberseguridad. A medida que el mundo se digitaliza, las amenazas en el ciberespacio se han multiplicado, y México tiene la oportunidad de ser parte de las iniciativas globales para fortalecer la seguridad en este ámbito.
En definitiva, la elección de la primera presidenta de México ofrece una oportunidad histórica para que el país asuma un liderazgo más destacado en la política internacional. A través de una agenda centrada en la igualdad de género, el cambio climático, el desarrollo económico sostenible, la migración y la seguridad, México podría consolidarse como un actor clave en la búsqueda de soluciones a los desafíos globales. Este liderazgo no solo fortalecería la posición de México en la comunidad internacional, sino que también enviaría un mensaje claro sobre la importancia de la inclusión, la justicia social y la sostenibilidad en un mundo cada vez más interconectado.
La primera presidenta de México tiene en sus manos la posibilidad de transformar la política exterior del país y contribuir de manera significativa a la construcción de un futuro más justo e inclusivo para todos.
* Analista de las Relaciones Internacionales
* Doctor en Derecho Internacional Público
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