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20 de mayo del 2025
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Columna:

El Golfo como nuevo eje: petroinfluencia, Siria y el ocaso simbólico de Israel

2025-05-20 | 07:12 a.m.
El Golfo como nuevo eje: petroinfluencia, Siria y el ocaso simbólico de Israel
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Durante su gira por Medio Oriente, Donald Trump dejó claro que las prioridades estratégicas de Estados Unidos han sufrido una transformación profunda. Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos no solo abrieron sus chequeras con promesas de inversión que superan los 2 billones de dólares en la próxima década, sino que lograron lo impensable: desplazar a Israel del centro de la agenda regional estadounidense. El nuevo eje se construye con petróleo, inteligencia artificial, defensa y diplomacia.

Arabia Saudita comprometió 600 mil millones de dólares, incluyendo compras de armamento y tecnología estadounidense. Qatar adquirirá 160 aviones Boeing, por 200 mil millones, y Emiratos Árabes Unidos prometió inversiones por 1.4 billones de dólares. Este pragmatismo económico se convierte en un vector de política exterior: el dinero fluye desde el Golfo hacia Washington.

El gesto más elocuente fue la reunión de Trump con Ahmad al-Sharaa, presidente interino de Siria. La Casa Blanca anunció el levantamiento de sanciones a Siria, en una maniobra presionada por Arabia Saudita y Turquía. El mensaje es claro: Siria podría ser rehabilitada, siempre que se aleje de Irán, se acerque al Golfo y, eventualmente, se integre a los Acuerdos de Abraham.

Esta decisión fue recibida con molestia en Israel. No solo por el contenido, sino por la forma. Trump no visitó Jerusalén, ni notificó previamente al gobierno de Netanyahu sobre el levantamiento de sanciones. El malestar se agravó cuando se conocieron las negociaciones directas de Washington con Hamás y el diálogo con los hutíes en Yemen, sin la participación israelí.

La estrategia del Golfo es clara: consolidar su papel como árbitro regional, reemplazar el lenguaje bélico con uno de inversiones, y reducir el margen de maniobra de Irán sin desatar una guerra. A ojos de Riad y Abu Dabi, Israel es un actor que puede perturbar ese delicado equilibrio. En este nuevo orden, lo que antes se trataba en Tel Aviv hoy se negocia en Mascate, Doha o Riad.

Tel Aviv respondió con una intensificación de bombardeos sobre Gaza, en un intento de recuperar centralidad. Pero la administración Trump se mostró más indiferente que comprometida. El silencio frente a las violaciones de derechos humanos, y el desinterés por exigir cambios concretos en la política israelí, revelan una relación menos simbiótica y más instrumental. Netanyahu, que solía tener un acceso privilegiado a la Casa Blanca, ahora debe competir con Mohammed bin Salman y el emir de Qatar por la atención de Washington.

Israel ya no es el socio intocable. Estados Unidos no ha roto su alianza con Tel Aviv, pero ha dejado de tratarla como la única opción. La lógica transaccional —impulsada por inversiones multimillonarias del CCG y la posibilidad de reconfigurar la región sin guerra— ha ganado terreno frente al vínculo histórico con Israel.

El petrodólar ha redibujado el tablero geopolítico. Siria, es ahora una ficha negociable. Irán ya no es el enemigo irreductible, sino un actor con el que se puede hablar. Y el Golfo Pérsico, con su músculo financiero, se ha convertido en el nuevo epicentro de la política exterior estadounidense. A Israel, solo le queda acostumbrarse a un mundo donde ya no dicta la agenda.

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