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17 de junio del 2025
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Columna:

Algo se está gestando

2025-06-17 | 07:09 a.m.
Algo se está gestando
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Hay momentos en los que la historia cambia de rumbo sin previo aviso. No suena una alarma, no hay una señal clara. Solo pequeñas sacudidas, aparentes coincidencias, hechos dispersos que, en apariencia, no tienen relación entre sí. Pero algo se está gestando. Algo que aún no tiene nombre, pero ya deja su sombra en las esquinas del mundo.

Todo comenzó —o eso parece— con un intercambio de fuego en Medio Oriente. Bombardeos aquí, drones allá. Ataques quirúrgicos, dicen. Pero las cifras de muertos comienzan a crecer y las amenazas cruzan fronteras. En las calles de Teherán y Tel Aviv hay miedo, y en las bolsas de petróleo, inquietud. Irán habla de cerrar el Estrecho de Ormuz. Nadie lo cree del todo… hasta que algunos barcos empiezan a desviarse, y los precios del crudo, poco a poco, comienzan a subir.

No pasa mucho antes de que otras tensiones empiecen a colarse en la rutina. En Estados Unidos, agentes migratorios llegan temprano a los centros de trabajo. Se llevan a decenas. En el campo, en los empaques, en los almacenes. La jornada queda incompleta. Al principio es solo un día difícil. Luego, es una semana. Luego, los pedidos no llegan. Lo que no se cosecha, no se empaca. Lo que no se empaca, no se vende.

En los supermercados, ciertos productos comienzan a escasear. En las carnicerías, los precios suben sin explicación clara. Lo mismo ocurre en los mercados. Y sin embargo, nadie conecta los puntos. Es una guerra lejana, es una política interna, es inflación —dicen—, como si fueran fenómenos separados.

Los comerciantes notan la caída en las ventas. Las familias ajustan sus compras y los cinturones. Las pequeñas tiendas sienten la presión. Muchas no logran cerrar el mes. Hay menos luz y ventas en las calles comerciales, menos empleo en los barrios. Un rumor recorre los pasillos de las oficinas: recortes, cierres, ajustes. La economía se contrae, pero no por voluntad. Se enfría como una casa que ha perdido el fuego y aún no lo saben.

Los titulares todavía no lo dicen -ni lo dirán-. Pero algo se está formando detrás del telón de noticias. Las cadenas de suministro, los precios, la producción, la confianza… todo empieza a tensarse como una cuerda demasiado estirada. Aún no se rompe, pero cada día cede un poco más.

Y no se trata de si va a romperse. Se trata de cuándo.

Porque el colapso financiero no es una posibilidad. Es una consecuencia. Y se cocina lentamente, como todo lo que de verdad duele. Habrá un día —quizá pronto, quizá sin anuncio— en que la tormenta ya no pueda ocultarse detrás de las “noticias”, y su ruido será ensordecedor.

Hasta entonces, seguiremos en esta calma densa, confundidos, dormidos por la rutina, el futbol, los conciertos… mientras bajo la superficie, el desastre ya tiene fecha… solo que aún no la conocemos -cuando menos los mortales-.


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