Veracruz | 2021-01-16 | Olivia Hernández
Son las 8:00 de la mañana y el frío del invierno en una ciudad acostumbrada a vivir por encima de los 30 grados celsius ha cubierto de rocío los cristales de los carros.
No llueve, pero las ventanas permanecen cerradas en un camión de la ruta Bolívar que circula desde Bosques de Río Medio (en la zona norte del municipio de Veracruz) hasta Plaza Mocambo (en Boca del Río).
Trasladarse al trabajo en medio de una pandemia se ha convertido en la Ley del más fuerte.
Los 19 kilómetros se recorren en incertidumbre. Varía de un chofer a otro. La constante es que no usan cubrebocas. Los pocos que utilizan la mascarilla quirúrgica no hacen de ello una obligación para el pasaje.
Los minutos empiezan a correr y el camión se desplaza por las principales avenidas de la zona norte. Es la hora pico de la entrada al trabajo; aquellos que no cuentan con un vehículo deben desplazarse en el servicio público.
Pagar 9 pesos por boleto es una buena opción cuando un taxi cobra 170 pesos por una carrera desde Bosques de Río Medio hasta Plaza Mocambo.
Gastar 340 pesos en pasaje de ida y vuelta es impensable para quien apenas alcanza el salario mínimo diario y debe cubrir los gastos de alimentación, servicios, escuela y manutención de una familia.
La música suena a todo volumen por los altavoces instalados en la parte superior de la unidad. Un hombre canta al ritmo de salsa una canción que se entiende poco entre el retumbar de las bocinas. Mientras unos cuantos cabecean el sueño de la mañana, otros se sostienen fuerte del barandal para no caer.
La sana distancia que las autoridades sanitarias han dictado desde que se agudizó la pandemia no existe en la unidad.
Entre hombro y hombro no hay ni un milímetro de diferencia. Los cuerpos permanecen pegados por prolongadas cantidades de tiempo.
Un pasajero estornuda al fondo e incrementa la tensión entre los pasajeros del frente. Voltean a verlo de reojo y continúan su camino como todos los días.
Intercalados van parejas o personas solitarias sin cubrebocas, algunas comiendo esquites o cualquier golosina. Otros únicamente usan la mascarilla para abordar la unidad y al tomar asiento se la retiran.
El conductor grita desde enfrente y lanzando una mirada severa por el espejo interno: “¡Avancen para en medio, en medio hay lugar!”, lo repite una y otra vez conforme va subiendo pasaje hasta que el espacio entre las personas se reduce.
Evitan hacer contacto visual y permanecen mirando a un punto lejos de lo tangible de la unidad.
El tiempo avanza y con ello los kilómetros. Poco a poco cada uno va llegando a su destino y descienden de la unidad que nuevamente inicia su recorrido. El ciclo se repite.