Ecuador | 2024-01-10
La primera pieza que desencadenó la espiral de violencia sin precedentes que azota al Ecuador empezó con la fuga de una sola persona. El Adolfo Macías “El Fito”, líder de los Choneros, una peligrosa banda criminal, se escapó de la Penitenciaria del Litoral el 8 de enero.
Dado sus fuertes lazos con el narcotráfico mexicano, amigo del cartel de Sinaloa, y siendo uno de los principales instigadores de violencia en la región, su escape puso en alerta a las autoridades y el presidente, Daniel Noboa, decidió emitir un toque de queda nacional hasta su captura.
Al día siguiente del aviso, un grupo de jóvenes armados y encapuchados irrumpieron en una televisora de Guayaquil mientras emitían el noticiero del medio día.
A punta de pistola, los gritos de desesperación y dolor de los trabajadores del canal permearon en la sociedad ecuatoriana. Este hecho pudo haber sido interpretado por las bandas como un signo de debilidad del estado; al menos ello afirmó el ex ministro de Defensa, Luis Hernández, en una entrevista con The Associated Press.
Desde aquel instante, múltiples atentados violentos asolaron el país. Secuestros de policías, tomas de escuelas públicas, motines carcelarios con ejecuciones de guardias penitenciarios, explosiones de vehículos. Una larga lista roja ante la cual, el presidente Daniel Noboa, se enfrentó con un decreto.
El marte 9 de enero, Noboa declaró en Ecuador el estado de “conflicto armado interno”. Sacó al ejército a combatir a las calles y clasificó a los grupos criminales como terroristas, convirtiéndolos en “objetivos militares a ser neutralizados”.
A día de hoy, se han detenido más de 70 personas supuestamente ligadas a los actos terroristas que afectaron al país y particularmente a Guayaquil, el centro de la violencia.
Este lamentable episodio es el clímax de una escalada violenta que empezó en las cárceles del Ecuador hace ya algunos años y cuyas manchas se han regado por el resto de la población, sucediéndose masacre tras masacre en una espiral que parece no tener fin.