Veracruz | 2025-04-14
La tarde en la ciudad era airosa...empezaba ese soplo molesto, tan característico del puerto... el norte y en casa, también había un bullicio airoso... esperábamos la noticia del Comité de Carnaval, sobre si sería yo elegida como la Reyna de las próximas fiestas dedicadas al Rey Momo.
Las reuniones familiares casi siempre se hacían en el comedor, ubicado en una las habitaciones más grandes y largas de nuestra casa, inmueble de dos pisos.
La parte de abajo tenía una gran estancia utilizada como bodega. La mercancía del negocio de papá, se resguardaba en cajas cuidadosamente empacadas. Las habitaciones privadas se ubicaban en la planta alta, custodiada de grandes corredores repletos de macetas cargadas de flores y plantas aromáticas, entre ellas, romero y albahaca.
Después del mediodía, ya bien entrado el norte llegaron las personas del Comité. La respuesta fue positiva, se revisó el perfil de otras candidatas, comentó ceremoniosamente, el Presidente, hombre mayor, alto y delgado, fue usted, asentó con leve sonrisa, la próxima Reyna del Carnaval de Veracruz.
Mis hermanos eran los más emocionados...el menor pegaba de saltos y me decía casi a gritos...puedo ser tu paje...puedo llevar tu corona...mis hermanas hacían planes para visitar a la costurera y en sus mentes juveniles, diseñaban sus atuendos...
Mamá y papá mostraban seriedad, y tomaban con propiedad el compromiso...y nos pedían silencio pues casi no dejábamos hablar a los señores portadores de la noticia.
Ofrecieron vino jerez a los visitantes y nosotros tomamos limonada y figuritas de mazapán, guardadas de la recién pasada Navidad.
Terminada la reunión, todavía en familia comentamos los detalles...si el vestido, la corona, los bailes, dar aviso a la familia de España y de México, entre tantos pormenores, pero la noche rebasó la charla y fuimos a dormir después de una frugal cena.
La mañana siguiente, la noticia puesta en los diarios, mantuvo viva la algarabía entre nosotros y dimos paso a los preparativos.
Todo corría con aparente coordinación... no obstante el tiempo no nos alcanzaba para ultimar los motivos del protocolo; coronación, desfile, visitas especiales, convites, pero fuimos organizados y todo iba bien...hasta una semana previa...
Empecé a sufrir fuertes dolores de cabeza y di por hecho: son los nervios...la emoción...
Fue durante la prueba final de mi vestido de coronación cuando sufrí un desmayo...
Al despertar mis padres y el doctor familiar estaban junto a mi cama, la debilidad me impedía moverme y mi voz era casi nula, debemos esperar a los análisis clínicos, comentó el galeno con mesura.
Toda alegría se convirtió en angustia, la casa se llenó de silencio, a dos semanas del Carnaval, todo era sigilo, murmuraciones.
Mi madre con el rostro desencajado, me subía la comida, pero yo no la probaba, había perdido el apetito.
Me perdí en una nebulosa de confusiones, donde días y noches, parecían lo mismo y ya casi no distinguía los rostros de mis amados hermanos y cercanos.
Apenas podía abrir los ojos y respiraba con dificultad, mi madre atribulada, puso cerca de mí el fastuoso vestido de reina y la corona.
Dos noches previas a la ceremonia de coronación, un enorme crespón, se puso en la puerta de casa, y en la sala junto a aromáticos ramos de flores un retrato muy bien cuidado de uno de los mejores fotógrafos radicados en la Ciudad de México, un francés, relacionado con Daguerre, realizador de imágenes, casi mágicas, donde lo demacrado de mi rostro, no distinguía las huellas de mi letal enfermedad, solo lo bello de mi atuendo carnestolendo y la sutileza de mi corona.