Excesivas Reformas a la Constitución Política de México: ¿Hacia Dónde Nos Dirigimos?

DERECHO Y ESTADO

| 2024-10-28

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en 1917, es mucho más que un documento jurídico; representa la esencia de nuestra nación, estableciendo los derechos fundamentales, las responsabilidades y la estructura del gobierno. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos sido testigos de una ola incesante de reformas a este pilar de nuestra legalidad, generando preocupaciones sobre sus implicaciones y sobre el rumbo que toma nuestra nación.

¿Qué significa una reforma constitucional? Por definición, es un cambio deliberado y sustancial en los principios fundamentales que gobiernan a una sociedad. Este mecanismo existe para adaptar las leyes a nuevas realidades y necesidades, salvaguardando siempre el espíritu original y los valores centrales del texto constitucional. Pero, ¿qué sucede cuando las reformas se vuelven excesivas y permanentes?

El caso de México es emblemático. La Constitución de 1917 ha sido modificada más de 700 veces. A simple vista, esto puede parecer un reflejo de adaptabilidad y progreso. No obstante, plantea cuestiones sobre la estabilidad y coherencia de nuestro marco legal. Así, cabe preguntarse: ¿estamos reformando por necesidad o por conveniencia política?

En un contexto democrático, la legitimidad de una constitución radica en su capacidad para representar las aspiraciones y valores del pueblo. Reiteradas reformas pueden erosionar esta legitimidad, creando una percepción de volatilidad e incertidumbre. Para el público interesado en el Derecho, es crucial entender que una constitución debe ser un documento que inspire confianza y certeza, no un texto mutable a merced de intereses temporales.

Las excesivas modificaciones a la Constitución también corren el riesgo de diluir la protección de los derechos fundamentales. Tras cada reforma, lo que en un principio fue diseñado para proteger la dignidad humana, puede transformarse en un laberinto de excepciones y particularidades que complican su aplicación y comprensión. Esta complejidad incrementa la brecha entre el ciudadano común y el entendimiento de sus propios derechos y deberes.

El debate sobre las reformas constitucionales no es solo técnico o académico; se trata de la vida diaria de cada ciudadano y de la preservación de la democracia misma. La constitución debe ser una promesa de estabilidad, justicia y equidad, no un mero instrumento en manos de actores políticos.

Es tiempo de reflexionar sobre nuestro enfoque hacia las reformas constitucionales. El llamado es a ser más prudentes, a ponderar no solo el impacto inmediato de cada enmienda, sino su repercusión a largo plazo sobre el tejido social y político de México. Aboguemos por una constitución que evolucione con sensatez y que conserve su esencia, como un faro de guía en tiempos de cambio e incertidumbre.

La pregunta hacia el futuro no es simplemente cuántas veces reformaremos nuestra constitución, sino cómo asegurar que cada reforma sea un paso firme hacia una sociedad más justa y equitativa. La salvaguardia de nuestra Constitución es, al fin y al cabo, la salvaguardia de nuestra identidad como nación.

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