Una oportunidad para emprender
| 2020-10-08
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Alejandro Quijano
Toda crisis trae consigo una serie de oportunidades y la pandemia nos ha demostrado que, sin importar cuales sean las circunstancias,
se puede encontrar algo bueno en todo. De esto dan testimonio todas las personas que han desarrollado un negocio durante este año tan inusual. Así sea vendiendo comida, bordando cubrebocas o dando asesorías en línea, es indiscutible el hecho de que
la creatividad no tiene fronteras ni limitaciones.
Existen diversas recomendaciones de qué hacer previo a
emprender, tales como hacer un estudio de mercado, un
benchmarking o un análisis de las mejores prácticas realizadas por la competencia, y generar un gráfico FODA (fuerzas, oportunidades, debilidades y amenazas). De lo que no suele hablarse tanto es acerca del
desarrollo interno –mental y emocional– para tener éxito con tu emprendimiento.
Actitud, Intención y Pasión Hay incontables casos acerca de personas que han intentado crear un negocio propio pero que
no obtuvieron los resultados deseados, sin importar la inversión inicial ni lo innovador de su propuesta. Por otro lado, hay quienes han
creado grandes comercios desde la cochera de sus casas, contando con poco capital y una mano de obra limitada.
¿Qué es lo que determina si nos irá mejor de lo que esperábamos, o si veremos nuestro miedo al fracaso reflejado en los balances financieros? Muchos expertos aseguran que el principal determinante del desempeño de cualquier actividad humana está en la actitud, la intención y la pasión con la que se ejecute.
Y si bien es cierto que una buena actitud no paga las cuentas, es una de las pocas variables que podemos controlar.
Lo primero que se debe entender al
emprender cualquier negocio es que uno es responsable del
esfuerzo, no de los
resultados. Independientemente de qué tan atractiva sea nuestra idea, lo único de lo que se tiene todo el control es de qué tanta energía se enfoca en llevarla a cabo.
La mentalidad derrotista no lleva a ningún lado; si hacemos todo lo que está en nuestras manos, entonces estamos haciendo suficiente. A mayor riesgo hay mayor ganancia, y el riesgo que se corre al invertir en una idea propia es alto, al igual que
la gratificación de hacerlo. Recuerda que, más adelante y al final de nuestras vidas, nos arrepentiremos más de todo lo que no hicimos que de lo que sí.
Prepararnos para lo peor
–pero esperando siempre lo mejor– va a asegurar que podamos procesar cualquier escenario que resulte sin aferrarnos a ninguna expectativa. Tener un plan B es prudente, al igual que buscar apoyo en nuestra familia y amigos. El alto nivel de competitividad puede llevarnos a pensar que si lo hacemos en solitario somos más capaces, pero como dice el dicho:
si quieres llegar rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado.
El orgullo precede a la caída, y reconocer que dos cabezas piensan mejor que una trae grandes beneficios.
Mantenerte optimista, flexible y con apertura a recibir las ideas y la retroalimentación de las personas, garantizará que lo que sea que emprendas deje en tu vida un aprendizaje que te volverá mejor persona de lo que eras antes de iniciar.