¿Por qué nos aferramos a pensamientos perjudiciales?
| 2021-01-28
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Alejandro Quijano
Los pensamientos negativos son algo tan común en la vida de prácticamente todas las personas, que incluso los podríamos considerar como normales, lo cual puede hacernos creer que no hay escapatoria de ellos. La buena noticia es que esto es falso: todos y todas podemos adiestrar nuestra mente para liberarnos permanentemente de la negatividad. Para lograrlo, lo primero que debemos conocer es el origen de los pensamientos negativos, y entender por qué son tan adictivos.
¿De dónde proviene la negatividad?
Todas nuestras experiencias –positivas, negativas y neutras– permanecen almacenadas en nuestro subconsciente. No obstante, nuestro cerebro ha evolucionado para darle prioridad a los recuerdos negativos, puesto que fueron estos los que nos hicieron daño y comprometieron nuestra supervivencia. Como la tarea de nuestro cerebro es hacernos sobrevivir sin importar los medios que deba utilizar para ello, se mantiene constantemente recordando las experiencias dolorosas.
Así, trata de asegurar que no volvamos a pasar por las mismas vivencias dolorosas, al mantenerse alerta todo el tiempo pensando en qué podría salir mal. Más adelante, toma estos recuerdos negativos y se imagina todos los escenarios posibles en los que podríamos volver a ser heridos. Este primitivo sistema de supervivencia le fue sumamente útil a nuestros antepasados, ya que les mantenía alejados de las situaciones que representaran una amenaza.
Pero ahora, viviendo en una sociedad globalizada y mucho más evolucionada, nos enteramos en todo momento de lo malo que pasa en el mundo y nuestros mecanismos de defensa parecen estar prendidos en todo momento.Entonces, nos sabotean y limitan a los mismos pensamientos. Día con día, debemos trabajar en deshacer este patrón de pensamiento y aprender a tener pensamientos de naturaleza constructiva para así ser más felices.
Rompiendo el patrón de negatividad
A todo pensamiento negativo se le conoce en la filosofía budista como perturbación mental, y nos explica que la única función de estos pensamientos es destruir nuestra paz mental. Puede sonar absurdo, pero la razón por la cual pensamos de forma perjudicial es porque la paz mental nos es desconocida y sentirla nos puede desconcertar. Preferimos algo “más familiar” pensando escenarios catastróficos, antes de disfrutar de una mente apacible. Nos hemos acostumbrado generacionalmente a vivir en estado de alerta, esperando a la siguiente situación que nos lastimará. David R. Hawkins, psiquiatra y autor internacionalmente reconocido, identificó cómo ponerle fin a la tortura de los pensamientos negativos.
Al intentar explicarse por qué se tiene una adicción a esta clase de pensamientos, identificó que, para cada uno de ellos, las personas recibimos una clase de recompensa, independientemente de lo mal que nos hagan sentir. Cada vez que pensamos algo perjudicial, creemos dentro nuestro que estamos haciendo algo bueno por nosotros. Como la negatividad se hace presente para evitar potenciales escenarios peligrosos, concluimos que los pensamientos negativos nos ayudan a sobrevivir. Y sin darnos cuenta, nos volvemos adictos a la falsa creencia de que imaginar los peores escenarios puede prevenirlos. La solución es una que también recomienda el budismo para eliminar el sufrimiento: la renuncia.
La única forma de liberarnos permanentemente de los pensamientos negativos es tomando la firme determinación de renunciar a la recompensa que viene de tenerlos. Toda la respuesta de estrés que viene de ellos: ritmo cardiaco acelerado, sentidos agudizados, energía para la respuesta de luchar o huir, son sensaciones adictivas a las que debemos renunciar. En el momento pueden parecernos estimulantes –incluso útiles–, pero cada vez que las tengamos, hemos de recordar que están destruyendo nuestra paz mental y perjudicándonos a largo plazo. Esta es una decisión que cada quien debe tomar: solo nosotros podemos eliminar nuestros pensamientos negativos. Nadie más puede hacerlo por nosotros.
¿Cómo hacerlo?
Es más sencillo de lo que parece. Lo primero es internalizar el hecho de que nuestra mente no nos domina, si no nosotros a ella. Entonces, es cuestión de repetirnos: "Rechazo esa negatividad. Elijo la paz mental".