| 2022-10-06
Nadie está exento de experimentar miedo al fracaso. Ya sea con una pareja, dentro de un trabajo, un proyecto, con los amigos o hijos, o con cualquier otra cosa, fracasar puede hacernos sentir en ridículo, que no damos la talla o que no podemos ajustarnos a ciertos patrones.
Peor aún, fracasar realmente y que haya testigos, no solo significa “¡trágame tierra!”, sino todo un mundo de conjeturas hacia tu persona, el amor propio queda fracturado, dolido, tirado emocionalmente. Vivir un fracaso es una píldora amarga difícil de digerir.
Al evitar sentirse así, aparecen los rechazos a buenas oportunidades. Cuando piensas que tu capacidad no será lo suficiente: rechazas un empleo, una pareja, un acto, una salida, un proyecto o un ofrecimiento. No te abres a aceptar situaciones y escenarios por miedo a que se vengan abajo.
El primer paso para aprender a manejar esta situación es asumir ese conflicto interno, no lo niegues ni le des la espalda. Luego:
• Halla el origen. Analiza el por qué de esa sensación de miedo. Detrás de éste generalmente se esconden otros temores: que te critiquen, que te ridiculicen, no sentirte a la altura de las circunstancias o tal vez fallaste alguna vez y fue terrible el panorama, te quedaste anclado. Al encontrar la raíz, podrás ir resolviendo el tema, incluso con asistencia profesional.
• Replantea el fracaso. Este concepto es muy vago. Podrías verlo como el fin del mundo y que no sirves para nada, o como una experiencia de la cual puedes aprender, crecer ante la adversidad, y la obtención de un mejor equipo para lanzarte a nuevos desafíos.
Si comienzas a ver un tropiezo como algo pasajero, un aprendizaje, te alejarás poco a poco del miedo, porque de algún modo sabrás que si te equivocas, no pasa nada, solo un desacierto, del cual puedes sacar el carácter, la madera con la que fuiste tallado.
Recuerda siempre que el fracaso no te define como persona y que son lecciones que nos ayudan a madurar y tener más experiencia para una próxima vez...