| 2022-09-29
¿Te sientes aburrido, cansado, desesperado, vacío y sin propósitos? ¿Sientes que tus días se tornan iguales y vives sumido en esa sensación paralizante? ¿A menudo te planteas si estás en la carrera correcta, en la relación correcta o si tus aspiraciones te corresponden? Entonces es posible que estés en una faceta emocional de estancamiento.
Puede pasarnos como una consecuencia o por ninguna razón. Cuando nos estancamos, nos amurallamos, vivimos “metidos hacia adentro”, y nos desconectamos con el mundo que nos acontece. Y eso no es más que “vivir a medias”.
¿Cómo nos ejercitamos en una actitud de apertura?
Virginia Gawel en su libro Vínculos y Emociones, nos recomienda ejercitar la apertura ante la vida de dos maneras:
1.- Apertura hacia nuestros pares: es decir, restableciendo vínculos con quienes tengamos afinidad, reconectando con entornos donde se desenvuelvan nuestros gustos, hobbies, destrezas y placeres.
2.- Apertura frente a la vida: es decir, tratando de ser una persona de mente y corazón abierto, con una actitud más flexible, más espontánea y abierta al cambio. Incluso, el budismo tibetano tiene una gran lección para ello, porque a través de prácticas de meditación o de movimiento corporal (Kum Nye) nos invita a autopercibirnos, a expandir nuestra mente y a hacerse uno mismo poco a poco con el espacio que nos rodea. También nos recuerda la importancia de dar como un proceso importante para abrirnos, para nutrirnos de lo que la vida nos alimente y ser capaces de irradiar.
Practicar la apertura ante la vida es adoptar una actitud de radiancia. Es decir, cuando nos abrimos ante la vida somos una presencia plena, vibrante. Somos verdaderamente una presencia ante el mundo. Y una mente abierta siempre avanza, nunca se estanca.