Con todo y los nubarrones que por la mañana y mediodía sabatinos se perciban sobre la costa de la ciudad de Veracruz, los sectores comercial y turístico se prepararon desde temprano para intentar volver medianamente a la normalidad, pues el viernes fue un día de pérdidas por la alerta del huracán Grace, que tocaría tierra hacia el norte en las primeras horas de sábado.
Vendedores de ropa y gorras, raspados y glorias, así como los palaperos, se hicieron presentes en la playa Villa del Mar, para intentar reponerse del mal día que fue el viernes.
"Tenemos que recuperar la inversión de ayer y sacar para la comida", señalaba una comerciante, mientras empujaba el carrito de raspados.
Tímidamente, un vendedor de playeras y gorras esperaba en la barda del bulevar costero Manuel Ávila Camacho, antes de bajar a las húmedas arenas del Golfo de México, como esperando una señal para empezar a ofrecer su mercancía.
Los que no perdieron el tiempo fueron los restauranteros, pues colocaron sus sombrillas, y con algo de suerte porque algunos clientes tomaron mesa y sillas para apreciar el gigantesco nubarrón que parecía la tapa de una inmensa olla.
A unos metros, las marejadas producían olas que por momentos parecían rugir de bravura, y al besar la arena se desvanecían para siempre, aunque detrás de ellas venían otras, en la misma y eterna ruta del vaivén marino.
A ratos se dejaba caer una llovizna caprichosa que hacía correr a las personas, y en minutos se esfumaba en la bullanguera costa jarocha.
A mediodía el nubarrón era menor y lo era cada vez más.
Y la vida continuó su normalidad, a pesar de Grace y a la salud de Grace.
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