Ante la creciente demanda de alimentos se requiere elevar la productividad del suelo cultivable, pero gran parte de la actividad agrícola se realiza en laderas, con pendientes vulnerables, y las lluvias arrastran el suelo y sus nutrientes, causando una grave erosión, y para contrarrestar ese efecto se aplica tecnología en regiones como Los Tuxtlas, informó Francisco Javier Ugalde Acosta, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias.
Explicó que en esa zona que abarca a San Andrés Tuxtla, Santiago Tuxtla, Catemaco y otros donde el relieve es irregular, se practica la agricultura de ladera, pero cuando llueve, la precipitación pluvial causa deslaves y se lleva los cultivos y a los abonos y nutrientes aplicados por el agricultor, se pierden cosechas, se desploma la economía y lo peor, se deteriora la calidad de la tierra.
"Estudios señalan que en Los Tuxtlas la agricultura de ladera genera cada año pérdidas de 200 toneladas de cultivos por hectárea a causa de la lluvia, que arrastra tierra abajo hortalizas, frutas, el suelo y sus nutrientes, dejando una capa de material estéril, pérdidas económicas para los campesinos y más pobreza.
"Al llover, gotas de hasta 6 milímetros de diámetro bombardean la superficie del suelo a velocidades de impacto de hasta 32 kilómetros por hora; el impacto de la gota lanza partículas de suelo y agua en todas direcciones a una distancia de un metro. Las gotas de lluvia que caen durante un año en una hectárea de tierra ejercen un impacto de energía equivalente a 50 toneladas de dinamita", detalló Ugalde Acosta.
Dijo que esa energía en las gotas de lluvia desagrega el suelo en partículas muy pequeñas que obstruyen los poros del suelo, provocan una selladura artificial que impide la infiltración rápida del agua y en su trayectoria en bajada, la precipitación pluvial arrastra partículas del suelo hasta las partes bajas de los terrenos.
"En estudios de medición en un terreno con pendiente ligera sin cobertura vegetal, luego de una hora de lluvia las pérdidas de suelo llegaron a mil 42 kilos por hectárea.
"En un mismo terreno con cubierta vegetal, las pérdidas de suelo apenas son de 165 kilos por hectárea, lo que significa que en las parcelas con cubierta vegetal se logra reducir hasta en 84 por ciento la erosión", puntualizó el investigador del Inifap.
A PREVENIRSE
Ugalde Acosta lamentó que alrededor de 2 mil millones de hectáreas de suelo, equivalentes al 15 por ciento de la superficie de tierra del planeta (mayor al territorio de Estados Unidos y México juntos), se han degradado por causa de la erosión hídrica, con 56 por ciento.
Alertó que de los 200 millones de hectáreas que tiene el territorio mexicano, más de 142 millones de hectáreas de encuentran en proceso de degradación física, química y biológica, lo que se refleja en el cambio climático y en la severa y creciente escasez de agua y alimentos.
Añadió que el 76 por ciento de la superficie nacional en México tiene algún grado de afectación por erosión hídrica.
Recalcó que ese fenómeno tiene efectos sociales negativos:
1-La erosión del suelo afecta la estabilidad y sustentabilidad de la producción de alimentos, y genera hambre y pobreza.
2-La disminución de suelos productivos pone en peligro la seguridad alimentaria y nutricional.
MUROS VIVOS
Entre las soluciones viables para la agricultura de ladera destacan las obras de ingeniería civil, pero son incosteables para los agricultores de escasos recursos.
Una opción viables son las terrazas de muros vivos, consistentes en barreras de plantas y árboles frutales que sirven de contención al arrastre de cultivos, tierra y nutrientes durante el descenso de la precipitación pluvial, además de 'amarrar' el suelo y mitigar el efecto de erosión.
Está demostrado que con esa técnica se puede reducir en un cultivo de maíz con pendiente de 15 por ciento la pérdida de hasta el 80 por ciento.
No hacer nada para enfrentar el fenómeno es condenar a miles de familias al hambre, sentenció Ugalde Acosta.
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