La ciudad de Veracruz no sólo resguarda eventos históricos de gran trascendencia, sino también personajes que se transforman en leyendas. Relatos que son replicados por quienes guardan la memoria de estas figuras que permanecieron por largos años en el Centro Histórico.
Uno de ellos fue el arquitecto Nórico Becerra, quien ocupaba el espacio correspondiente a la esquina entre Independencia y Aquiles Serdán, donde hoy se encuentra la tienda Heping.
En este lugar, sobre el quicio que el edificio de la tienda poseía, Nórico solía pasar los días sentado, recordado también por “escaparse” a los Portales de Lerdo para bailar en las noches, al ritmo de la música viva.
De acuerdo con lo mencionado por habitantes longevos de la ciudad, el “arqui” o el “inge”, como también fue conocido, vivía en el Barrio de La Huaca. A su paso, se reconocía por la indumentaria elegante y las fragancias que portaba.
Se cuenta que Nórico Becerra fue el encargado de diseñar el Hotel Veracruz, ubicado en la cuadra correspondiente a las calles Miguel Lerdo e Independencia. En este tenor, se le atribuye también el diseño del Parque “Álvaro Obregón”, situado en Mario Molina e Ignacio Zaragoza.
Relatos
Las historias más populares refieren a la cátedra que impartía a los estudiantes y profesores curiosos que se le acercaban pidiéndole ayuda para resolver tareas complejas, tales como geometría, trigonometría, álgebra e incluso cálculos matemáticos.
Por dichas acciones, Becerra nunca aceptó dinero de por medio, pero a cambio las personas, demostrando gratitud, le ofrecían comida, la cual aceptaba y degustaba en la esquina entre Serdán e Independencia.
Las paredes del inmueble en cuestión, tuvieron escritas diversas operaciones y anotaciones matemáticas, las cuales, se presume, realizaba al momento de ayudar a la gente que le consultaba apoyo en dicha materia.
Los ciudadanos porteños desconocen el motivo por el cual Nórico permaneció en las calles del Centro Histórico, teniendo en cuenta el conocimiento que ostentaba, sumado a quienes lo recuerdan viviendo cotidianamente en el popular barrio jarocho.
Sin embargo, se tienen teorías al respecto. Una de ellas, de acuerdo con las creencias populares, es que Nórico regresó temprano a su hogar, encontrando a su esposa con otro hombre, lo cual le llevó a “enloquecer” de coraje, quedándose en las calles deambulando.
Por otra parte, una de las tesis que aún genera dudas al respecto, trata de un embrujo al cual fue sometido por una mujer de indentidad desconocida. El maleficio, se cuenta, lo dejó al borde de la locura y por ello se refugió entre los edificios y callejones de Veracruz.
Ciudadanos han compartido historias de sus encuentros con Nórico Becerra en redes sociales. Uno de ellos enuncia que, en el año 1977, vehículos militares le visitaban para recogerlo y llevarlo al cuartel de La Boticaria, donde le ofrecían baño, aseo y comida para finalmente regresar con él a su icónica esquina del Centro Histórico.
Igualmente, se le recuerda por la amabilidad con la cual atendía a los ciudadanos que le consultaban. A pesar de su aspecto relativamente intimidante, los jarochos que lograron convivir con Nórico le catalogan como “una oveja con piel de lobo”, por su trato cálido.
Así como esta, existen diversas historias en el primer cuadro de la ciudad porteña. Ecos que son provocados por las voces de aquellos que aún recuerdan tan peculiares figuras como, en este caso, Nórico Becerra.
Por la naturaleza del caso, la mística del contexto y la incredulidad que permanece en la memoria de los ciudadanos, es un relato digno de compartir a través de los años. Si se continúa aseverando que la “locura” es inherente al jarocho, podemos deducir, entonces, que Veracruz es el único “manicomio” con vista al mar.
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