El alcoholismo es una enfermedad que no solo daña a quien lo padece, sino que consume en silencio a todo el núcleo familiar.
En la casa de Alaide el alcohol era parte de la convivencia diaria. Para ella, los vasos de licor y las risas ocasionales eran parte de la normalidad, aunque con el tiempo, las discusiones, los silencios tensos y la frustración se hicieron constantes.
"Yo no me había dado cuenta que convivía con un problema", recuerda Alaide.
En su juventud, no relacionaba el comportamiento errático de sus familiares con el alcoholismo. Era una rutina en la que ella, sin saberlo, quedaba atrapada.
Con el paso de los años, Alaide empezó a cargar con un peso invisible: el de ser responsable de los demás.
"Yo quería estar todo el tiempo a cargo de mis familiares con alcoholismo, pensaba que mi papel era rescatarlos", cuenta.
En su afán por salvar a otros, dejó de lado su propia vida, olvidando lo que significaba cuidarse a sí misma.
"Terminé en el psicólogo, estuve mal por un tiempo pero ahora todo es diferente, aprendí a cuidarme y ahora tengo un emprendimiento propio. En tres años pude avanzar por completo y descubrí la verdadera razón por la cual yo estoy aquí."
Alaide, considera que ha logrado un gran cambio en su vida y que aprendió a lidiar con los sentimientos que la agobiaban y tenían confundida.
Otra mujer que pasó por un proceso parecido es Norma, quien tiene un ser querido muy cercano a ella que está dentro de esta enfermedad, por lo que necesitó apoyo de los grupos para recuperar su estabilidad.
"Estaba deprimida todo el tiempo, era iracunda y mis emociones estaban al máximo."
Para Norma, convivir con una persona que tiene problemas de alcoholismo le causó efectos profundos y perjudiciales en su bienestar emocional, psicológico y social.
"A veces quienes no tomamos una sola gota de alcohol somos los más afectados, porque siempre estamos responsabilizando al otro de nuestro bienestar emocional. Yo me enfermaba mucho debido a que no cuidaba de mi misma y no fue fácil aceptar que yo también necesitaba ayuda, porque siempre vemos a quien se empina la copa, pero no a quienes estamos del otro lado."
Norma menciona que vivir con un familiar que está consumido por esta enfermedad, no solo afecta al que consume, sino también a toda la familia.
"Crecí en un hogar alcohólico y aunque yo nunca he tomado alcohol en mi vida, estar en un círculo así me afectó mucho."
El alcoholismo es una enfermedad que puede dañar en un círculo familiar a cuatro personas cercanas, provocando un sentimiento de culpa y presión psicológica a quienes rodean a un alcohólico. La Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT) indica que el grupo de entre 18 y 34 años es uno de los más vulnerables al consumo excesivo de alcohol, lo que puede generar situaciones problemáticas a nivel familiar en esta etapa.
En Veracruz hay diversos centros de ayuda para familiares que se encuentran viviendo con alguien que padece la enfermedad del alcoholismo, ya que un alcohólico daña por lo menos a cuatro personas cercanas a él o ella.
Según un informe de la Secretaría de Salud y el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz revela que alrededor del 28% de los mexicanos reportan un consumo de alcohol problemático o riesgoso en su vida.
Las familias de alcohólicos acuden a grupos de ayuda, con la esperanza de encontrar un apoyo por parte de quienes compartan una experiencia similar a la de ellos, ya que el familiar enfermo puede ser un hijo, un padre, hermano o esposo, comúnmente en personas entre los 25 y 45 años
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