A los 6 años de vida, los niños deberían estar ocupados en imaginar diferentes escenarios para jugar, soñar con ser bombero, doctor, artista, aprender en la escuela, ser protegidos por sus padres, lamentablemente la realidad es otra, pues según el informe de la UNICEF, un 63% de la población infantil entre 1 y 14 años han sufrido algún tipo de violencia en el hogar, negándoles el derecho a disfrutar su niñez.
Uno de estos casos es William de Jesús Rivera Hernández, quien solo confía en el suelo en el que se sostiene pues está forzado a mantenerse hincado debido a la falta de la mitad de su pierna derecha y a la carencia de una prótesis para ella.
En medio de un camellón, bajo el Sol del mediodía, en la zona Centro de la ciudad de Veracruz, William narró cómo, con tan solo 6 años de edad, tomó el coraje para decidir salir de su humilde casa en Chiapas.
Desde entonces las calles y edificios abandonados se volvieron su hogar; las bancas de los parques, su cama, y algunos cartones y periódicos sus cobijas, sin embargo, nunca pasó por su infantil cabeza regresar.
La vida en la calle era difícil, pero mucho mejor que la que tenía en casa con su familia, a la que mencionó con un reflejo de rencor y dolor en sus ojos color miel.
A su corta edad logró adaptarse a las calles, pero encontró a un “amigo” quien le invitó la primera droga, esa que prometía hacer olvidar los problemas, que a sus escasos años, ya cargaba en su inocente alma.
A los 13 años las aspiraciones de William eran poder comprar golosinas y la sustancia que lo mantenía “tranquilo”.
Su adicción lo llevó a emprender el viaje que le cambiaría la vida, pues a bordo de un vagón de tren, acompañado de un grupo de hondureños, recibió un disparo en la parte baja de su pierna derecha, impacto que debido a la falta de cuidados le provocó una severa infección y tuvo que ser amputada.
Obligado a regresar, William llegó a Orizaba, donde pidió apoyo y le obsequiaron una prótesis, sin embargo, aún inmerso en las drogas, la perdió.
La ansiedad que estas sustancias le provocaban cuando no ingería lo orilló a cometer algunos robos para sacar dinero y saciar su “necesidad”.
Antes de cumplir 15 años fue detenido en varias ocasiones, algunas veces por la policía otras por el anexo, de donde él solo quería escapar, pues el maltrato que vivió en un conocido centro de rehabilitación de Orizaba, fue el más duro tormento que ha vivido.
Quiere volver a Orizaba
El estado físico y frágil de salud de Willi, quien a sus 27 años de edad, refleja la vida de vicios y delincuencia con la que se topó abruptamente en la calle.
Aún sin la mitad de su pierna, con marcas en sus manos por el constante roce del suelo y la piel quemada por el Sol, sale a trabajar como limpiaparabrisas en el crucero de Simón Bolívar y Díaz Mirón, así como en la zona del asta bandera, sobre el bulevar Manuel Ávila Camacho, de esa forma busca ganarse unos pesos para comprar comida y poder pagar algunas noches en una casa de huéspedes.
Su meta es regresar a Orizaba, ciudad que William siente como su hogar.
Con voz quebrada afirmó que no le interesa volver a saber nada de su familia y menos regresar al estado que lo vio nacer.
Lamentablemente Willi también forma parte del 99% de las personas que han consumido drogas para llenar el vacío existencial o un daño psico-emocional, tal y como lo describe Pedro Guy Baeza Pérez, director del Centro Estatal Contra las Adicciones Cúspide.
“El consumo, en el 99% de los casos, es el iceberg de temas más profundos, generalmente se da porque de fondo hay un vacío existencial o un daño psico-emocional, muy raro es quien consume por gusto o placer cuando sabe que son sustancias dañinas”, aseguró.
Abandono
Con base en su experiencia Baeza Pérez contó que trabajando en la Ciudad de México detectó a padres que abandonan a sus hijos en las terminales de los camiones, por lo que ellos buscan sobrevivir con los recursos que tienen a su alrededor.
“Muchos de los jóvenes que consumen drogas no lo hacen por gusto, sino porque no encuentran la red de apoyo que deberían de tener, en complicidad de la ignorancia de la sociedad que aún los estigmatiza, pues desconocen el antecedente e incluso, en ocasiones, el área médica no los atiende cuando presentan sobredosis o son lesionados en riñas o accidentes”, lamentó Pedro Baeza.
El consumo de sustancias a temprana edad interrumpe el proceso de crecimiento, provocando un gran deterioro, una de las posibles causas por las que William no tiene la mayoría de sus dientes. Algo aún más grave, comentó el Director de Cúspide, es el daño a partes del cerebro como el tronco del encéfalo, el sistema límbico y la corteza cerebral, por mencionar algunas.
Hay sitios como los anexos que, se venden como tipo de programas donde se supone que ayudan a rehabilitarse, sin embargo dijo Guy Baeza, no tienen el menor conocimiento médico, psicológico, ni de trabajo social.
Aseguró que traen la escuela del machismo con frases como “te vas a volver un machito con maltrato”, ignorando que la drogadicción es una enfermedad, por lo que huyen de esos lugares, como William.
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