La antigua casa de los Tiburones Rojos sirvió de sede para la vacunación de quienes, por diversos motivos, quedaron rezagados en la aplicación de la vacuna contra el coronavirus.
Desde temprano, se observó a personas hacer fila afuera del estadio Luis Pirata Fuente. Los rayos del sol se intensificaban conforme los minutos de la mañana pasaban, las primeras sombrillas comenzaban a abrirse para refugiar de la calurosa temperatura a quienes esperaban su turno para ingresar.
“Primera y segunda dosis de AstraZeneca”, se podía apreciar escrito en una hoja pegada en la entrada y en el comienzo de la formación. Algunos asistentes continuaban preguntando ¿a dónde voy?, ¿qué vacuna me toca?, ¡Yo quería Pfizer!, sin embargo, segundos después, se incorporaban a la fila sin decir más.
Algunos platicaban con las personas a su alrededor, compartiendo las razones del por qué no se habían vacunado cuando les tocaba, cayendo en comentarios como “me dio miedo y quería ver como reaccionaban otras personas”, “no tuve tiempo ese día” y “nunca supe cómo sacar el papel”.
Agentes de tránsito hacían sonar el silbato para ordenar a los automóviles que transitaban por el lugar, dar paso a las personas adultas y jóvenes que buscaban llegar a la sede.
En la orilla de la banqueta se veían puestos ambulantes de volovanes, cubrebocas, caretas, nieves, fruta picada, botanas, impresoras, fotocopiadoras y hasta puestos de huevos. Sin embargo, los más solicitados fueron las nieves, que ayudaron a refrescar la espera de ingreso; y las impresoras, salvando a las personas que olvidaron sus documentos.
Avanzando a buen ritmo y llegando de igual manera, se mantuvo la sede en el estadio durante el transcurso de la mañana y el mediodía, dejando ver el arrepentimiento de los adultos que no asistieron al primer llamado de la inmunización.
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