Constantino Zimbrón Espejel es recordado por ser una persona aventurera, cazador submarino y por romper la marca mundial al sumergirse a 102 metros el 18 de diciembre de 1963 en Acapulco.
El hidalguense llegó a Veracruz en los años 50's para trabajar como telegrafista de la S. C. T., sin embargo, una vez ya en el puerto jarocho se apasionó por el mar.
De voz de su nieto, Víctor Hugo Santos, se recuerda una de sus más grandes hazañas sobreviviendo perdido en el mar durante un evento de norte.
Hace 46 años un día sábado, Constantino emprendió camino rumbo al arrecife la Anegada de Adentro, a 20 minutos de la costa, junto a sus amigos, también apasionados por la caza submarina.
Zimbrón y sus amigos habían escuchado que el pronóstico del tiempo marcaba un evento de norte sobre la tarde, por lo que decidieron salir a navegar durante la mañana.
Eran aproximadamente las 10 de la mañana cuando ya estaban sumergidos que sus amigos se percataron de que las rachas del norte ya eran notorias.
"Sus compañeros salieron y observaron el viento muy fuerte, lo esperaron durante una hora, pero no salía y ya había rachas de 75 a 80 kilómetros por hora, así que tomaron la decisión de dejarlo a su suerte", contó Víctor.
Minutos después Constantino salió, pero ya era demasiado tarde pues la embarcación estaba un par de kilómetros lejos y pese a que realizó señas con su arpón nunca nadie lo vio.
Al quedarse a la deriva, con aproximadamente unos 28 metros de profundidad, decidió quitarse los tanques dobles y el cinturón de lastre para poder flotar más.
Para la tarde - noche cuando el viento bajó, decidió nadar hacia Isla Verde únicamente con sus aletas, visor, snorkel y arpón, sin embargo, la corriente lo llevaba de sur a norte.
Cansado, pero con la esperanza de llegar a Isla Verde, intentó nadar por cortos lapsos, además de que dormitaba entre 10 y 15 minutos en medio del mar haciendo uso de su snorkel para poder descansar en posición fetal.
Tras varias horas, logró llegar a aquel arrecife, sin embargo, en tierra firme lo daban por muerto, pues a las 24 horas de no tener noticias, avionetas, helicópteros y embarcaciones los buscaron sin tener alguna noticia favorable.
"Cuando llegó a la isla, para mantenerse un poco hidratado buscó una hierba la cual se da en el lugar. Es una vaina y sus "chícharos" al masticarlos sueltan un jugo que tiene sabor al aloe de la sábila y salado, él me hizo probarla tiempo después para enseñarme cómo pudo sobrevivir", compartió su nieto.
El "submarino humano" como fue nombrado, se encontraba muy cansado y deteriorado, condiciones que, narró su nieto, lo llevaron a presentar alucinaciones.
"Nos contó que empezó a alucinar, dijo que durante las noches veía muchas luces de colores que daban vueltas y bajaban del cielo al mar y después de algunas horas regresaban al cielo”.
"También, él tenía un perro Pastor Alemán que se llamaba Rintintin y dice que lo veía nadar y le decía que lo salvara entonces según él su perro se lo llevaba arrastrando a la orilla de la playa. Además, veía cosas y escuchaba algunas voces."
Entre su pérdida de la conciencia se mantuvo siempre fiel creyente de la Virgen de Guadalupe, a la que le prometió que si sobrevivía a la anécdota le pondría un monumento al fondo del mar.
Pasaron casi 72 horas, cuando el lunes por la tarde finalmente lo encuentra un pescador apodado "Manjua", en el arrecife de la Isla Verde, quien le confirmó que lo daban por muerto y al ver las condiciones en las que se encontraba lo traslado hasta la costa.
Al llegar al muro de pescadores ubicado a un lado de la Escuela Náutica Mercante fue trasladado en ambulancia hacia un hospital en el que permaneció internado durante 72 horas para su recuperación.
Fue entre 6 y 7 meses después de lo sucedido que Constantino regresó a la Anegada de Adentro para cumplir su promesa a la Virgen de Guadalupe y poner su imagen en un tamaño de 90 centímetros, la cual está empotrada con un alma de acero inoxidable sobre la roca a 36 metros de profundidad.
Desde entonces, año con año, entre el 11 y 12 de diciembre Constantino acudió junto a familiares y amigos al punto para hacer una peregrinación submarina, tradición que aún conservan sus nietos.
"Cada año vamos hasta el fondo y le damos gracias a la virgen por las anécdotas y por lo que hemos tenido en todo el año. La limpiamos y le dejamos un ramo de rosas", comentó su nieto Víctor Hugo.
Constantino Zimbrón siguió tan apasionado por el mar que su última inmersión fue a los 86 años.
Ahora, sus restos convertidos en cenizas descansan en el mar, pues antes de morir, detalló su nieto, pidió que fueran esparcidos justo en la Anegada de Adentro, lugar en el que se encuentra el monumento a la Virgen de Guadalupe.
Memorias inolvidables sembró Constantino Zimbrón en sus familiares, por lo que su nieto Víctor Hugo Santos expresó que invita a que la sociedad siga buceando y sobre todo respetando los arrecifes marinos.
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