¿Te ha pasado que estás lavando los trastes, caminando por la calle o simplemente en silencio... y de pronto comienzas a tararear una canción sin saber por qué? Esa melodía que se instala en tu cabeza sin permiso y se repite una y otra vez tiene un nombre curioso y, para muchos, muy familiar: gusano auditivo, o como se conoce en inglés, earworm.
Los earworms son esos fragmentos musicales—generalmente de 3 o 4 compases—que se repiten sin control en nuestra mente. Puede tratarse del coro de una canción pop, una tonada de anuncio publicitario o incluso la música de un videojuego. Lo interesante es que no elegimos escucharlas, simplemente aparecen... y a veces, se quedan por horas o incluso días.
El fenómeno tiene raíces profundas en el cerebro, particularmente en una zona llamada corteza auditiva, encargada de procesar sonidos y almacenar recuerdos musicales.
Según estudios realizados por neurocientíficos, cuando imaginamos una canción que conocemos, esta parte del cerebro se activa como si realmente estuviéramos escuchándola. Es decir, ¡nuestro cerebro se convierte en su propio reproductor musical!
La música está por todas partes: en el auto, el supermercado, las redes sociales, los teléfonos. Y nuestro cerebro, al estar tan expuesto a ella, puede retener ciertas melodías que se ajustan bien a sus "preferencias".
Este es un principio que tanto publicistas como creadores de contenido conocen muy bien: por eso los jingles están hechos para ser pegajosos, repetitivos y fáciles de recordar.
Ahí está el reto. Intentar "sacar" una canción puede ser complicado, y según algunos estudios, mientras más lo intentamos, más tiempo se queda. Algunas personas intentan escuchar la canción completa, tararear otra melodía o distraerse con una actividad que requiera mucha concentración.
Y aunque a veces los gusanos auditivos resultan molestos, también tienen su lado positivo. Demuestran el poder de la memoria musical, esa capacidad única de recordar canciones, ritmos y letras incluso después de años.
De hecho, la música se usa en estrategias de aprendizaje porque facilita la retención de información: ¿te acuerdas cómo aprendiste el abecedario? Exacto, con una canción.
Aún no se comprende del todo por qué algunas melodías se adhieren con tanta fuerza a nuestro pensamiento. Pero lo que sí está claro es que nuestro cerebro ama la música, y estos episodios involuntarios son una prueba más de cómo lo emocional y lo sensorial se conectan en nuestra mente.
Así que la próxima vez que no puedas dejar de cantar mentalmente "Baby Shark doo doo doo doo doo doo", recuerda: no estás solo, tu corteza auditiva simplemente está disfrutando de un inesperado concierto interno.
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