No se trata solo de llegar agotado al final del día. Trabajar sin tregua, jornada tras jornada, y además relegar por completo la actividad física, puede estar generando un profundo problema: transformaciones en tu cerebro que no ves, pero que eventualmente empezarás a sentir.
Un estudio reciente realizado por investigadores en Corea del Sur —con participación de universidades como Chung-Ang y Yonsei— analizó a trabajadores de la salud. Todos compartían algo: horarios extendidos. Más de 52 horas semanales, para ser exactos. Lo que hallaron no fue menor.
"Detectamos cambios en zonas del cerebro que influyen en funciones ejecutivas y emociones. Esto no lo veíamos en quienes trabajaban menos", concluyeron los autores.
Imagina que tu cerebro es una ciudad. Las avenidas principales, las encargadas de regular la atención, las emociones, la toma de decisiones, empiezan a congestionarse. No hay accidentes visibles, pero sí desvíos.
Específicamente, regiones como el giro frontal medio y la ínsula mostraron alteraciones en su volumen. ¿Traducción? Problemas con la memoria, dificultad para concentrarse, mayor irritabilidad. Todo eso puede tener un origen físico.
Los investigadores utilizaron escaneos de alta resolución para observar, literalmente, el interior de esas mentes. Lo que vieron coincide con lo que muchos sienten: ese punto donde el estrés deja de ser un "estado" y empieza a ser una condición persistente.
Aquí aparece una esperanza de salvación: el movimiento. Hacer ejercicio con regularidad ayuda a proteger el cerebro, estimula la memoria y regula el sistema emocional. Caminar media hora al día, nadar, andar en bicicleta. No es necesario ser atleta para empezar a ver cambios. El cuerpo responde, y el cerebro también.
No hacer nada, en cambio, es dejar que el daño avance. En palabras de Joon Yul Choi, uno de los científicos del estudio, los efectos podrían ser parcialmente reversibles, pero no de inmediato. El cerebro necesita tiempo. Y condiciones. Y cuidado.
Algunas recomendaciones sencillas, pero efectivas:
Los resultados del estudio se suman a otras investigaciones de la OMS y la OIT que alertan sobre un panorama preocupante: cada año, más de 745 mil muertes están relacionadas con jornadas laborales excesivas.
Así que si te preguntabas si trabajar de más y vivir sentado frente a una pantalla podía hacerte daño, ahora tienes una respuesta: sí. Y tu cerebro lo está resintiendo, aunque aún no te lo diga con palabras.
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