La primera dama Cilia Flores tiene un largo historial como un factor de poder en Venezuela. Ahora, con la ayuda de uno de sus ex guardaespaldas, fiscales estadounidenses se preparan para acusarla de delitos que incluirían tráfico de drogas y corrupción.
Hace cuatro años, una figura poco importante en el liderazgo venezolano fue arrestada en Colombia y extraditada a Estados Unidos para enfrentar cargos por narcotráfico. Demostró ser una importante captura.
El hombre, Yazenky Lamas, trabajó como guardaespaldas de la persona que muchos consideran como el poder detrás del trono del presidente Nicolás Maduro: la primera dama, Cilia Flores.
Ahora, con la ayuda del testimonio de Lamas, se espera que Estados Unidos acuse a Flores en los próximos meses de delitos que podrían incluir tráfico de drogas y corrupción, dijeron a Reuters cuatro personas familiarizadas con el caso de la primera dama. Si Washington prosigue con una acusación, dijeron estas personas, se espera que los cargos puedan provenir, al menos en parte, de una fallida transacción con cocaína y que ya ha llevado a dos de los sobrinos de Flores a un centro penitenciario de Florida.
Nicole Navas, portavoz del Departamento de Justicia de Estados Unidos, declinó hacer comentarios sobre cualquier posible cargo contra Flores. Flores y su oficina en la Asamblea Nacional no respondieron a las preguntas para este artículo.
El ministro de Información, Jorge Rodríguez, dijo a Reuters en un mensaje de texto que las preguntas sobre la posible acusación a Flores en Estados Unidos eran “asqueantes, calumniosas e insultantes”.
En una serie de entrevistas con Reuters, las primeras que Lamas ha dado desde su detención, el ex guardaespaldas dijo que Flores estaba al tanto del lío de tráfico de cocaína por el que dos sobrinos fueron condenados por un tribunal de Estados Unidos. Flores también utilizó su privilegiada posición, dijo Lamas, para recompensar a miembros de la familia con importantes y bien remunerados cargos en el gobierno, un reclamo respaldado por otros entrevistados para este artículo.
Hablando detrás de un vidrio reforzado en la prisión de Washington, donde está detenido, Lamas le dijo a Reuters que declara sobre Flores porque se siente abandonado por el gobierno de Maduro, todavía instalado en el poder a pesar de que muchas de sus figuras centrales, incluido el presidente, también han sido acusadas de crímenes.
“Me siento traicionado por ellos”, dijo a Reuters.
A fines de marzo, fiscales estadounidenses acusaron a Maduro y a más de una docena de funcionarios y exfuncionarios venezolanos por cargos de narcotráfico y contrabando de drogas. Maduro, ahora en su octavo año como presidente de Venezuela, por años buscó llevar cocaína a Estados Unidos, alegaron fiscales, buscando debilitar la sociedad estadounidense y fortalecer su posición y riqueza.
La oficina de Maduro no respondió solicitudes de comentarios. En un discurso televisado después de las acusaciones, Maduro negó los cargos contra él y sus colegas, calificandolos de una fabricación por motivos políticos. “Eres un miserable, Donald Trump”, dijo.
Las acusaciones de marzo y los posibles cargos contra Flores se producen en medio de una nueva campaña de la administración Trump para aumentar la presión sobre Maduro. Su permanencia en el control del poder, dicen algunos funcionarios estadounidenses, es una fuente de frustración para Trump.
En 2017 el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó al dirigente y un año después hizo lo mismo con su esposa y otros miembros del “círculo íntimo” de Maduro. El golpe a Flores enfureció a Maduro. “Si ustedes quieren atacarme, atáquenme a mí” , dijo en un discurso televisado en ese momento. “Pero no se metan con Cilia, no se metan con la familia, no sean cobardes”.
Aprovechando las consecuencias económicas de la crisis del coronavirus en Venezuela, la Casa Blanca ahora espera poder expulsar a un dirigente que ha resistido años de crecientes sanciones económicas, disturbios civiles y aislamiento internacional.
Washington ha acusado a Maduro y su círculo de saquear a Venezuela de miles de millones de dólares. Pero no está claro cuánta riqueza personal poseen él y Flores.
Ni el presidente ni la primera dama revelan declaraciones de ingresos, de impuestos u otros documentos relacionados con sus finanzas personales. Después de que los fiscales acusaron a Maduro, el Departamento de Justicia dijo que había incautado más de 1.000 millones de dólares en activos pertenecientes a decenas de acusados relacionados con el caso. Los cargos ni detallan esos activos ni especifican quién los tenía.
Flores, una vieja estratega y articuladora en el partido socialista gobernante, primero ganó notoriedad como legisladora y confidente del fallecido presidente Hugo Chávez, el predecesor y mentor de Maduro. Flores no tiene un papel oficial en el gabinete de Maduro. Sin embargo, la investigación en su contra subraya la gran influencia que ejerce, particularmente en ayudar a Maduro a superar a sus rivales y obstáculos dentro y fuera de Venezuela.
Aparte de Lamas, Reuters entrevistó a más de 20 personas cercanas o conocedoras de Flores. La retratan como una política astuta y sigilosa que ostenta gran parte del poder de la oficina de su esposo, exigiendo reuniones importantes incluso antes que el presidente y negociando personalmente con emisarios extranjeros, legisladores rivales y otros.
Cuando miembros de la opositora Asamblea Nacional y un grupo de militares protagonizaron el año pasado una revuelta para intentar sacar a Maduro del cargo, Flores ordenó a los funcionarios de seguridad que le entregaran directamente a ella todo el material de inteligencia sobre el asunto, de acuerdo con Manuel Cristopher Figuera, el jefe de la agencia de inteligencia del país en ese momento. Figuera fue uno de los pocos altos funcionarios de la administración que consideró en ese momento una salida negociada del poder para Maduro con Estados Unidos. Figuera huyó del país cuando la acción opositora fracasó.
“Cilia Flores siempre ha estado tras la cortina moviendo los hilos del poder”, dijo Figuera a Reuters.
Flores buscó concesiones personales en negociaciones con Estados Unidos en los últimos años. Según cinco personas familiarizadas con esas conversaciones, Flores dio instrucciones a los intermediarios de pedir a los enviados estadounidenses la libertad de sus dos sobrinos encarcelados. A cambio, esos intermediarios dijeron que Venezuela liberaría de prisión a seis ejecutivos de Citgo Petroleum, el refinador en Estados Unidos de la empresa petrolera estatal venezolana. Los ejecutivos, detenidos en 2017 en Venezuela y luego acusados por cargos de peculado y legitimación de capitales, entre otros, son considerados como presos políticos por activistas de derechos humanos y muchos en la comunidad empresarial.
Esa propuesta, reportada aquí por primera vez, falló.
Pero Washington tomó nota del alcance que tiene Flores. “Ella es probablemente la figura más influyente además de Maduro”, dijo a Reuters Fernando Cutz, asesor de la Casa Blanca para América Latina durante el primer año de mandato de Trump.
A principios de este año, según personas con conocimiento de sus esfuerzos, Flores presionó personalmente a legisladores de la oposición para que apoyaran a un aliado de Maduro para encabezar la Asamblea Nacional, hasta entonces considerada la última institución gubernamental independiente en el país. Como Reuters reportó en marzo, personas familiarizadas con las negociaciones con los diputados dicen que operadores del partido gobernante pagaron sobornos a rivales para que cambiaran de bando. Reuters no pudo determinar si Flores jugó algún papel en dichos pagos.
Poco se sabe fuera de Venezuela sobre la primera dama, particularmente sobre el alcance de su papel en el gobierno de Maduro y las maniobras detrás de bastidores que lo ayudan a sobrevivir. En el primer interrogatorio de Lamas después de su arresto en Colombia, los agentes de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), tuvieron una solicitud, recordó: “Cuéntanos sobre Cilia Flores”, dijeron.
Michael D. Miller, portavoz de la DEA, remitió las preguntas sobre el caso al Departamento de Justicia.
Lamas, que ahora tiene 40 años, pasó cerca de una década custodiando a Flores, primero cuando era legisladora y encabezaba la Asamblea Nacional, luego cuando se convirtió en primera dama. Después de su extradición en 2017, Lamas llegó a un acuerdo con los fiscales estadounidenses, según un documento confidencial del Departamento de Justicia revisado por Reuters. Lamas aceptó cargos de tráfico de drogas y accedió a convertirse en testigo. Ese acuerdo no había sido reportado hasta ahora.
En el acuerdo de culpabilidad, Lamas admitió los cargos de tráfico de drogas y acordó cooperar como testigo en las investigaciones relacionadas con su caso. La orden judicial colombiana que aprobó su extradición, también revisada por Reuters, dijo que Lamas conspiró para enviar cocaína desde Venezuela en aviones registrados en Estados Unidos. Ni la orden judicial colombiana ni el documento del Departamento de Justicia mencionan a Flores, Maduro u otros miembros de la familia.
Debido a los términos del acuerdo -- dijo que todavía espera sentencia y continúa testificando en investigaciones relacionadas -- Lamas se negó a discutir detalles específicos sobre el caso en su contra. Su abogada en Washington, Carmen Hernandez, también declinó hacer comentarios.
La información que ha proporcionado a los investigadores, incluidos los detalles sobre el supuesto papel de Flores en el plan de tráfico de drogas de sus sobrinos, es considerada creíble por las autoridades estadounidenses, según las personas familiarizadas con las investigaciones. Mike Vigil, exjefe de operaciones internacionales de la DEA, dijo a Reuters que la DEA le da “gran importancia” al testimonio de Lamas.
“Llamado revolucionario”
Flores nació el 15 de octubre de 1956 en Tinaquillo, un pequeño pueblo en el noroeste de Venezuela. La menor de seis hermanos, vivía en una choza de adobe con piso de tierra, recuerdan los lugareños. Su padre era un vendedor que viajaba por pueblos cercanos para hallar mercancías. Cuando todavía era una niña, su familia se mudó a Caracas, la capital de Venezuela.
Una buena alumna, Flores se matriculó en una universidad privada y estudió derecho penal. Allí conoció a Maikel Moreno, un amigo de toda la vida y un abogado al que eventualmente ayudaría a convertirse en el jefe de la máxima corte de Venezuela. Moreno, un firme aliado de Maduro y una figura controvertida por derecho propio, fue uno de los acusados por Washington en marzo pasado. Moreno no respondió a las solicitudes de comentarios , en un tuit denunció que Washington no lograría que “secuestren la justicia venezolana”.
Como estudiante, Flores mostró poco interés en la política, según las personas que la conocían. Trabajó a medio tiempo en una estación de policía transcribiendo declaraciones de testigos y se casó con su novio de mucho tiempo, un detective de policía, con quien tuvo tres hijos. Al obtener su título de abogada, trabajó durante la mayor parte de la próxima década como abogada defensora en una firma privada.
En 1989, un aumento del precio del combustible provocó disturbios que sacudieron a Caracas y despertaron en Flores lo que luego describió a la televisión estatal como “mi vocación revolucionaria”. Cientos de manifestantes, molestos con la corrupción y la creciente desigualdad en el próspero país productor petrolero, murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
El evento, conocido como el Caracazo, también inspiró a Chávez. A medida que la inflación, la escasez de alimentos y otras dificultades empeoraron, Chávez, un teniente coronel del ejército, organizó un fallido golpe en 1992. Fue detenido y encarcelado en un cuartel militar.
Flores descubrió un héroe. Pintó con spray el nombre de Chávez por paredes en Caracas.
“A Chávez lo vi en ese momento, como en los 20 años que lo acompañé”, dijo más tarde a la televisión estatal. “Auténtico”.
Le envió una carta a Chávez ofreciendo ayudar en su defensa. Chávez aceptó. Pronto estaba aconsejando a Chávez y ayudándole a responder cartas de miles de seguidores.
En una visita, Flores conoció a un líder sindical de Caracas que también estaba asesorando a Chávez: Maduro. En un discurso televisado años después, Maduro dijo que se sintió atraído por su carácter de “candela pura”. Maduro comenzó a guiñarle el ojo, dijo.
Mientras esto sucedía, ambos se estaban divorciando de sus cónyuges. Comenzaron a salir y finalmente se convirtieron en una pareja. “Compartimos los mismos sueños”, dijo Flores más tarde a la televisión estatal.
En 1994, Chávez recibió un perdón presidencial. Flores y otros asesores sugirieron a Chávez que se reinventara como un civil y reuniera apoyo con promesas de dar poder a los pobres. Para 1997, Flores era parte del comité de campaña que aseguraría la elección de Chávez como presidente al siguiente año. Maduro fue elegido legislador.
La cara del poder
Flores ganó un escaño en la Asamblea Nacional en 2000.
“No es una dirigente de mitin”, dijo Juan Barreto, exalcalde de Caracas y director de medios de Chávez. “Pero no te creas que Cilia no tiene voz en las reuniones a puerta cerrada”.
En el Parlamento, Flores se ganó una reputación de combativa. Cuando sus compañeros chavistas la eligieron como su líder de la Asamblea Nacional en 2007, se refirió públicamente a los legisladores de la oposición como “pecadores”, sugiriendo que el gobierno tenía ganado el terreno moral sobre sus rivales. Apagaba los micrófonos de opositores cuando creía que se estaban extendiendo.
También comenzó a usar su posición para ayudar a los miembros de la familia.
Flores reemplazó a unos 50 empleados del Congreso con familiares y asociados, dijo el sindicato legislativo. Cuatro hermanos, dos primos y su exesposo estaban entre los empleados, de acuerdo con un listado elaborado por el sindicato en el momento de la reestructuración y revisada recientemente por Reuters.
Designó a su hermano, que era policía, jefe de seguridad de la Asamblea. A un sobrino, primo de los dos que ahora encarcelados en Estados Unidos, lo designó director administrativo del Congreso.
Reuters no pudo contactarse con los hermanos de Flores, su exesposo u otros parientes mencionados en esta historia, incluidos sus hijos y sus sobrinos. Tampoco pudo confirmar que Flores fuera responsable de todos los cambios de trabajo de los que se quejó el sindicato.
Pero ella ha defendido desafiantemente los nombramientos. “Yo me siento bien orgullosa de que sean mi familia” , dijo a los periodistas en ese momento. “Y los defenderé en esta Asamblea Nacional como trabajadores”.
Cuando los líderes sindicales se quejaron del nepotismo, Flores los convocó a su oficina, recuerda José Rivero, que asistió a algunas de esas reuniones y ahora es el jefe del sindicato. “Ese tema no se tocará más”, dice Rivero que les dijo Flores. El sindicato cumplió.
En 2012, Chávez nombró a Flores como procuradora general. Ocupó el cargo hasta marzo de 2013, cuando Chávez murió. Los votantes eligieron a Maduro, para entonces vicepresidente, para sucederlo por pedido del fallecido mandatario. Maduro y Flores, que no estaban casados, legalizaron su relación en julio de ese año.
Como primera dama, Flores inicialmente dio a conocer su presencia con pequeños gestos. Ordenó nuevos muebles, cortinas y pintura nueva en el Palacio de Miraflores, dijeron ex asistentes. Pronto, comenzó a jugar un papel mucho más importante.
En 2014, los precios del petróleo cayeron, llevando a Venezuela a la depresión. A medida que crecía el descontento, Flores comenzó a ver amenazas dentro del gobierno. En octubre, Maduro despidió a Miguel Rodríguez, su ministro del Interior, y lo reemplazó con una aliada de Flores.
Tres personas familiarizadas con la decisión dijeron que Flores creía que Rodríguez, un carismático general popular entre las tropas, estaba eclipsando a Maduro. Las personas cercanas a Rodríguez dijeron que efectivamente el oficial había aspirado a un cargo más alto.
Después de su destitución, Rodríguez formó un partido político fuera del oficialismo y denunció públicamente a Maduro. Agentes de inteligencia detuvieron en 2018 a Rodríguez por cargos de conspiración, que él niega. Permanece encarcelado. Juan Luis Sosa, abogado de Rodríguez, declinó hacer comentarios.
“Cilia te ama o te odia”, dijo un exasistente de Maduro. “Ella no es una negociadora, es una intransigente”.