Estados Unidos lanzó una serie de ataques aéreos de gran escala contra los rebeldes hutíes en Yemen, específicamente en la capital, Saná.
Estos ataques fueron ordenados por el presidente Donald Trump en respuesta a las amenazas de los hutíes, respaldados por Irán, contra la navegación en el mar Rojo.
Los objetivos incluyeron defensas aéreas, radares y puntos de lanzamiento de drones utilizados por los hutíes.
El presidente Trump describió la acción militar como "decisiva y contundente", enfatizando la necesidad de proteger los activos estadounidenses y garantizar la libre navegación en una de las vías fluviales más críticas del mundo.
"A todos los terroristas hutíes: ¡se les acabó el tiempo y sus ataques deben parar hoy mismo! ¡si no, el infierno caerá sobre ustedes como nunca antes lo hayan visto",dijo Trump
Además, instó a Irán a cesar su apoyo a los hutíes, advirtiendo sobre posibles consecuencias si no lo hacía.
Los ataques resultaron en al menos 31 muertos y más de 100 heridos, incluyendo víctimas civiles, entre ellas niños y mujeres.
El Ministerio de Salud de los hutíes condenó el ataque, calificándolo de crimen de guerra. Por su parte, Irán rechazó las acciones de Trump y afirmó que Estados Unidos no tiene la autoridad para dictar su política exterior.
Funcionarios estadounidenses indicaron que las operaciones podrían prolongarse durante semanas, con el objetivo de degradar las capacidades militares de los hutíes y disuadir futuros ataques contra intereses estadounidenses e internacionales en la región.
Estos ataques también buscan enviar un mensaje claro a Irán sobre las consecuencias de su continuo apoyo a los hutíes.
La situación en Yemen sigue siendo tensa, con la comunidad internacional observando de cerca las repercusiones de estos ataques y las posibles respuestas de los actores involucrados.
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