Cuba cambió el lunes su estrategia para enfrentar al nuevo coronavirus a través de una “nueva normalidad” que incluye oficinas públicas y comercios abiertos y una mayor movilidad de los ciudadanos, pero con uso obligatorio de cubrebocas y manteniendo la distancia social.
Además, ya no se aislará de manera obligatoria en centros especiales a los contactos de casos sospechosos como se hizo hasta ahora y se podrían recibir pasajeros nacionales y extranjeros por todos los aeropuertos, salvo en La Habana.
Las autoridades reconocieron la necesidad de poner en funcionamiento la economía, golpeada por siete meses de cierres y restricciones y por las sanciones estadounidenses que buscan asfixiar las finanzas de la isla para forzar un cambio de modelo político.
Aunque esta “nueva normalidad” se aplicará en la mayoría de las provincias del país luego de semanas de cierto control de le epidemia, en La Habana, hogar de dos millones de personas y que tuvo un complicado rebrote en agosto, todavía habrá limitaciones.
Desde marzo, cuando se detectaron los primeros casos de Covid-19, la isla se encuentra cerrada al turismo, el sector más dinámico del país y con ingresos anuales cercanos a los 3 mil millones de dólares y una cifra similar para los emprendedores privados que operan casas de alojamiento, restaurantes o tiendas.
Todos los sectores se vieron afectados, desde los agricultores, pasando por el transporte y los servicios, al igual que las remesas que envían a la isla los cubanos que viven en el exterior. Los trabajadores independientes del Estado, actores económicos emergentes y aún vulnerables, estuvieron entre los más afectados.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la caída del Producto Interno Bruto de Cuba superará el 8% este año.
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