Una hora más...Mrs Dalloway

El reloj y la costumbre indicaban  la hora del té...Alba Emilia se servía una taza rebosante del aromático líquido mientras miraba el florero con lilas y otras flores frescas puestas en uno de sus jarrones favoritos, cristal de murano, un regalo de bodas de la tía Sissi, hermosas...suspiraba mientras las observaba en silencio.

Era reconfortante charlar después de tanto silencio, pensaba, mientras vertía un poco de leche a la taza de té: Querido ¿cómo te fue en tu día? Le preguntaba a Jorge, su marido, mientras este negaba con la cabeza, le sirviese té para él.

Tal costumbre la habían adquirido, desde su permanencia en aquel lugar. Londres había sido para ellos, su bienestar económico, un respiro a su relación, hoy menguante, deteriorada...

Alba Emilia, mencionaba palabra tras palabra, sin descanso su fascinación al releer a Virginia Woolf...te digo, fue maravilloso, Jorge, volver a tomar la lectura   de la novela de Mrs. Daloway, enlazar al pasado con la imaginación de un presente perfecto...vaya grafía es genial ¿no te parece?

Jorge apenas si contestaba...en su interior, meditaba con angustia el momento de decirle a su mujer, se acabó.

Mientras ella parloteaba sobre la belleza de las lilas, la delicia de la vista del departamento y con emoción y franca sonrisa...subrayaba:  me parece me falta una hora para terminar tan fascinante texto...ay...la exquisitez de Virginia y su reto al tiempo...insistía...

Jorge se levantó y de manera muy baja musitó... casi anoche...la luna...se asoma sobre el parque y no tarda en sonar el Big Ben...sí querido agregó ella...poniendo la taza de té sobre la mesa del centro ¿a dónde vas? Espetó...

Ahora regreso...

Alba Emilia recogió el servicio de té...apagó las luces de la casa...se desvistió y poniéndose ropa de cama, se introdujo en ella...

Transcurrieron los días...Alba Emilia consiguió   vivir en la normalidad de la apariencia...Jorge no volvió...y meses después, retomó su lectura...en una hora, dijo para sí misma, terminaré Mrs Dalloway y abrió el libro, justo en la página marcada, exacto como aquella tarde...