Ella caminaba casi todos los días por el Malecón, era parte esencial de la ciudad, de su natal puerto y uno de sus sitios favoritos. Le gustaba hacerlo, sobre todo sentir la brisa del mar sobre su rostro, la llenaba de paz.
Aunque sus días estaban plagados de la sensación de paz, sentía inquietud en su día a día pues miraba a su alrededor, deambulando por las vitas y los embarcaderos el transitar de personas de rostros tristes, solitarios… hambrientos y todo esto cerca del mar, vaya contraste belleza y dolor.
La necesidad de hacer algo por ellos, por la alteridad, la envolvía en pensamientos dubitativos ¿Por qué se había acrecentado este número de personas en la ciudad? ¿Por qué caminaban sobre el Malecón? ¿también buscaban la paz?
¿No había alguna autoridad responsable de en resolver esta situación?
A su recuerdo también venían momentos felices de su vida y los equipara con el apesadumbrado andar de estas personas.
Cuántas mujeres y hombres en condición de calle ¿alguna vez habrán tenido familia, casa, algo propio?
Sin fin de preguntas merodeaban en su cabeza, mientras los gritos de vendedores de raspados, esquites y elotes, globos con diversas figuras, tamaños y colores, aturdían con estruendosa algarabía, esa tarde cálida de verano, Rosario entonces decidió encender un cigarro, con la idea de disipar sus cuestionamientos y tal vez encontrar respuestas prácticas y hallar posible apoyo para estas personas.
De fumada en fumada, los niños busca- monedas la interceptaron, amiga: arroja unas monedas y las hallamos:
Esbozando una sonrisa, se negó y sacó de su bolsa un billete y le dijo, repártalo entre ustedes…
Regresó a su edificio, a paso apresurado, se le había ocurrido hacer un par de llamadas y canalizar sus apreciaciones con gente dedicadas al desarrollo social…los números no contestaron, sintiendo desencanto se dijo para sí…sirve el no dejes para mañana lo pensado hoy…lo dudó…y abriendo la ventana de su recámara, volvió la vista al mar…y musitó: los deseos son como el vaivén de las olas, se rompen, se dilatan y pierden aun teniendo sueños claros y preciados, se marchan con el ocaso, pero hay un amanecer, nuevo despertar, otras horas, el mañana nos ofrece la oportunidad de tener otro día y tal vez tener un lugar para vivir, un refugio…
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