Son poco más de 27 mil volúmenes los que constituyen el acervo bibliográfico personal de Carlos Monsiváis, ubicado en la Biblioteca de México de La Ciudadela, donde es una de las colecciones más visitadas, con más de 140 mil personas a lo largo de ocho años.
Su historia la cuenta José Mariano Leyva, director de la Biblioteca de México y de la Biblioteca Vasconcelos, al hacer un balance del significado de un espacio tan personal para el cronista, donde confluyen sus intereses y sus pasiones como intelectual y como ser humano.
“Monsiváis nació en el barrio de La Merced, en el Centro, y la familia finalmente se fue hacia la colonia Portales, porque ahí estaba uno de los templos protestantes que había en la ciudad a finales de los 30. Su familia profesaba esa religión, entonces su biblioteca tiene una enorme cantidad de literatura protestante”.
“En ella se nota cómo va cambiando Monsiváis hasta ser rebelde de sí mismo, y junto a la parte de protestantismo, encuentras una sección muy nutrida de libros de brujería o de satanismo”.
Hay volúmenes como Monjas, beatas y embaucadoras, Marx y Satanás, La historia del satanismo, hasta una Guía de Isaac Asimov para leer la Biblia. Si una biblioteca es el universo de la persona que la recopila, como dijera Walter Benjamin, allí “encuentras a un Monsiváis de educación religiosa, que después lo lleva a sitios bastante más rebeldes”.
Contra el olvido
Si bien en un primer momento resultó polémica la creación de bibliotecas personales dentro de la Biblioteca de México, al final se convierten en un repositorio muy importante para resguardar una parte de nuestra memoria, explica Leyva.
“Como son bibliotecas de autor, los descartes comunes no aplican en este caso. Esos libros se van a quedar y nadie los va a poder tocar. Carlos, a pesar de ser cronista, tenía una vena de historiador muy marcada, y la parte a la que se inclinaba eran los temas que en su momento se consideraban tremendamente raros y que hoy no lo son tanto”, enfatiza Leyva.
Para recordar a Monsiváis en el décimo aniversario de su fallecimiento, su biblioteca personal es una oportunidad para acercarse a una de las figuras fundamentales de nuestro tiempo. A sus libros, indica Leyva, “hay que agregar 19 mil materiales hemerográficos. Sobre todo, es muy rica en revistas raras de finales del siglo XIX y principios del XX, lo que te permite saber cuáles eran los libros que leía, pero también aquello que lo definía”.
Rescate
Como le sucedió a muchos que visitaron la casa de Monsiváis, solía causar impacto la gran cantidad de libros, periódicos, revistas, recortes de prensa, que se encontraban dispersos por el lugar. Su acervo en la Biblioteca de México no lo refleja, dice Leyva. “Cada biblioteca busca rescatar algo de la personalidad de los personajes y en la de Monsiváis pensaron en recrear Ciudad de México: como un gran cronista de la urbe, un amante de lo extraño, los libreros simulan edificios, pero también los elementos prehispánicos o coloniales que la conforman”.
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