Raúl era un buen periodista. Su formación profesional databa de años de experiencia en distintos diarios y revistas nacionales e internacionales. Consideraba su trabajo no como una obligación sino como una devoción. Cada mañana realizaba su artículo con el optimismo de obtener respuestas positivas de sus lectores, aunque en realidad esa línea ya lo tenía desesperanzado. Los medios electrónicos cambiaron la forma y el fondo de redactar para los rotativos, y de manera obvia a los receptores.
Cierta tarde Raúl se enteró de un suceso violento acontecido en su colonia. Una pareja joven había sido atracada por un grupo delincuencial, él quedo mal herido y la joven había sido secuestrada.
Amigos de unos vecinos, Raúl averiguó sobre el siniestro y los informantes no tardos, detallaron según su opinión la versión de lo acontecido.
Escuchó con atención y se dijo escribiré algo al respecto...
Empezó su nota, pero no fue una redacción con datos informativos ni críticos, sino un relato donde pormenorizó...el sacrificio de la joven por su pareja, Raúl describió con hermosa prosa, el hecho del rapto de la mujer a cambió de dejar de golpear al agredido, pues la paliza fue a grado de dejarlo en coma.
Se daba gusto poniendo de su cosecha al atraco, la emoción lo embargó perdiendo en su totalidad la objetividad de lo acaecido.
Raúl envío su texto al Periódico pensando, tal vez no lo publiquen...es más bien un cuento...y sonrió...
Semanas después cuando ya casi, había olvidado lo escrito sobre tal tema, recibió una llamada de una casa editora, donde le proponían hacer fabulación literaria...sorprendido no dejaba de cuestionarse con sorna, sobre tal propuesta.
Sentado volvió a leer lo enviado al periódico, no sin recordar sus lecturas sobre Hemigway, Graham Green, García Márquez y en la soledad de su cuarto musitó...bah...solo son unas cuantas flores en una nota periodística....
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