El pensador, poeta y activista Enrique González Rojo Arthur, dedicado a la tarea de deletrear el infinito, falleció a la edad de 93 años este viernes. En un breve mensaje en la página de Facebook del escritor y filósofo se informó: “Queridos y queridas amigas: mi padre, nuestro poeta y filósofo Enrique González Rojo Arthur, acaba de morir, ¡lo extrañaremos entrañablemente!”
Rojo Arthur ha vivido en bibliotecas que tienen una casa, y no en casas que tienen una biblioteca, destacó su hija, Graciela González Phillips, en el homenaje nacional que se rindió a mediados de diciembre de 2019 al poeta, filosofo, activista y catedrático.
Inicios
Su labor intelectual tuvo como marca la multiplicidad de intereses. González Rojo Arthur fue poeta, docente, filósofo y militante. “Cuando estoy en la poesía de pronto siento nostalgia por la filosofía y cuando escribo filosofía de pronto me siento atraído por la poesía. Es constante esta oscilación entre una disciplina y otra”, dijo a La Jornada en 2015.
Heredero de una familia que incluye a los intelectuales Enrique González Martínez (1871-1952), su abuelo, y Enrique González Rojo (1899-1939), su padre, los libros se convirtieron en una pasión de forma temprana para él.
Nacido en el Distrito Federal, el 5 de octubre de 1928, obtuvo el grado de maestro en filosofía con la tesis Anarquismo y materialismo histórico. También realizó estudios el doctorado en esa disciplina. Buena parte de su vida la dedicó a la militancia política. Incursionó también en el psicoanálisis, música, cine, magisterio y literatura.
Trayectoria
En este último ámbito, ha escrito en los géneros de poesía (su obra más extensa con más de 20 libros), cuento, novela, ensayo y autobiografía. De joven formó parte de la corriente llamada Poeticismo, al lado de Arturo González Cosío, Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca. Y fue compañero de luchas de José Revueltas.
Una de sus principales búsquedas en la escritura era: “la tremenda tarea de deletrear el infinito. Deletrearlo, sí, porque mi pluma, incapaz tanto de ignorarlo cuanto de conocerlo, sólo puede balbucirlo (…) Me interesa, en consecuencia, no sólo aludir al infinito, sino encarnarlo, convertirlo en acción. Mi poesía no pretende únicamente poseer una actitud contemplativa y teórica”, según el prólogo de El antiguo relato del principio.
Su fallecimiento formaría parte de estas diligencias: “Sé que mi pluma se va a detener, tarde o temprano, en un punto cualquiera; sé que no hay escapatoria. Y mi poesía, y yo, y mi programa contamos con ello. Mi muerte ha de ser, por eso, parte de mi poesía. Sólo diré lo que quiero decir cuando me muera”.
En 2015, entregó el acervo reunido por la familia González Rojo desde finales del siglo XIX, con más de 12 mil libros y revistas, a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. “Lo hago animado porque esta casa de estudios encarna un proyecto educativo avanzado, democrático e incluyente, y porque estoy convencido de que será de gran utilidad para maestros, alumnos y toda persona que quiera consultarla”.
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