Una de las características más importantes del hielo marino del Ártico es que esta superficie cegadoramente blanca refleja la luz solar. Durante toda la historia de la humanidad, estos mares congelados han actuado como una gigantesca sombrilla que estabiliza el clima y ayuda a mantener el planeta en una temperatura habitable.
Pero gran parte de ese hielo se está desvaneciendo rápidamente. El aumento en la temperatura atrapó al Ártico en un mecanismo autodestructivo: cuanto más caliente es el clima, más hielo se derrite y se transforma en agua, que al ser más oscura absorbe aún más radiación solar en lugar de reflejarla hacia el espacio.
Al absorber más calor, las aguas causan mayor derretimiento, con lo que se genera más agua, que a su vez absorbe más calor, en un proceso que continuamente acelera la desaparición del hielo. Ese círculo vicioso explica en parte por qué el ritmo de calentamiento en el Ártico es el doble que en el resto del planeta.
En julio de este año, la cobertura de hielo en el Ártico fue la menor jamás registrada en ese mes. La emisión de gases invernadero que calientan el planeta sigue en aumento, y por ello algunos científicos están explorando algunas medidas desesperadas.
¿Una solución?
Una empresa sin fines de lucro basada en California, Arctic Ice Project o Proyecto de Hielo del Ártico, propone algo tan osado como extraño: esparcir una capa fina de vidrio molido sobre el hielo para protegerlo de los rayos del Sol y permitir que se regenere.
"Estamos tratando de quebrar el círculo vicioso y comenzar un proceso de recuperación", señaló la ingeniera Leslie Field, directora técnica del proyecto y profesora de la Universidad de Stanford.
El derretimiento del hielo marino tiene consecuencias mucho más allá del Ártico y sus habitantes. La desaparición del hielo contribuirá a un aumento del nivel del mar, y algunos científicos afirman que ya está alterando los patrones climáticos a nivel global.
Si perdemos nuestro escudo protector de hielo ártico por completo, lo que según algunos podría suceder en algunas décadas, el efecto sería equivalente a 25 años de quema de combustibles fósiles a los niveles actuales.
Y esto se traduciría en una mayor intensidad de sequías, inundaciones y olas de calor. Restaurar el hielo marino permitirá que recupere su antigua función de acondicionador de aire del planeta, ayudando a combatir los efectos del calentamiento global, según Field.
Muchos científicos no ven con buenos ojos estas intervenciones tecnológicas en el sistema planetario, conocidas como "geoingeniería", y aseguran que manipular la naturaleza podría causar daños aún mayores.
"La absoluta falta de progreso en mitigación del cambio climático está abriendo espacio a la consideración de opciones de geoingeniería", subrayó Emily Cox, investigadora de política climática y opinión pública sobre geoingeniería de la Universidad de Cardiff en Gales.
Cox advierte sin embargo que la urgencia de actuar no resuelve el problema de la incertidumbre. "¿Qué haremos si algo no resulta bien, en especial en un ecosistema actualmente tan frágil como el Ártico?", destaca.
Pruebas
Field lanzó el Proyecto de Hielo del Ártico, antes conocido como ICE911, en 2008, poco después de ver el documental An Inconvenient Truth, "Una verdad incómoda", que la convenció de la urgencia de actuar ante el derretimiento del hielo.
Field se preguntó entonces qué sucedería si fuera posible cubrir el hielo reciente con un material reflector para protegerlo durante los meses de verano. Si contara con esa defensa, ¿podría ese hielo acumularse y generar hielo duradero, mediante un proceso de regeneración?
La ingeniera eligió, como material reflector en sus experimentos, sílice u dióxido de silicio, un compuesto que se encuentra naturalmente en la mayoría de las arenas y es usado frecuentemente para fabricar vidrio.
Field encontró a un fabricante dispuesto a producir esferas o cuentas sílice de un tamaño de 65 micrómetros, más finas que un cabello humano, pero demasiado grandes para ser inhaladas y causar problemas pulmonares, según la experta.
Las diminutas esferas son huecas por dentro, por lo que flotan en el agua y siguen reflejando la luz solar incluso cuando el hielo comienza a derretirse. Desde hace una década Field y sus colegas vienen esparciendo esferas de sílice sobre lagos en Canadá y Estados Unidos con resultados alentadores.
Field no quiere cubrir todo el Ártico con vidrio. La ingeniera planea esparcirlo de forma estratégica en áreas muy vulnerables donde el hielo se derrite particularmente rápido. Otros científicos concuerdan en que el uso de esferas de sílice es bien intencionado, pero expresan preocupación sobre sus posibles efectos en el ecosistema del Ártico.
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