Deteniendo mi vista en la exquisita obra de Camille Claudel titulada,El Vals, viene a mi memoria la extraordinaria trayectoria de Alejandro Schwartz, quien está celebrando 60 años de prolífera carrera dentro del mundo de la danza.
La escultora francesa, por años alumna y amante de Rodin, supo condensar la esencia del ritual del cuerpo, en un baile. Las figuras casi una, entre hombre y mujer, nos ofrecen una espiral vesánica entre el erotismo y el amor, exacto donde las palabras sobran, la hermosa escultura nos aporta además de sensualidad, la comunión existente entre los ejecutantes y el ritmo.
Compases, energía, vitalidad, trasmiten las puestas en escena del maestro Schwartz, una pasión semejante a la escultura de Camille Claudel , espacios sonoros como su evento Contra viento y marea.
A manera artística, resulta título adecuado para su espectáculo, pues análoga las expresiones de jóvenes dedicados al gozo de bailar, cuyo epítome es vértigo existencial.
Alejandro es veracruzano y tuve oportunidad de conocerlo en el IVEC. Ya no alcancé a verlo en el escenario, pero sí, como coreógrafo y maestro: Director de la Escuela de Danza UV y del CEVART en el puerto 2010-216 roles en los cuales su entrega y profesionalismo lo avalaron.
Sus talleres son semillero de futuros profesionistas en la actividad corporal, acción difícil pero extraordinaria, donde los factores coordinación y música son acicates de armonía. En 1985 se le entregó el Premio Nacional de Coreografía y recibe 2014 homenaje en Bellas Artes.
Fundó la Compañía, Módulo, creando gratas estampas en la danza contemporánea.
Lo vemos hoy disfrutando su madurez con optimismo y satisfacción, esperando la vida siga siendo una eterno movimiento, donde las luces de su imaginación recorran las calles de ciudades, avenidas, trazos, parques, casas ataviadas con olor y luz de pasos de danza.
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