Cuando joven le llamó la atención el trabajo de zapatero, para esto le pidió a un señor que le enseñara. Este le dijo-- “si te enseño me atraso, ahí fíjate para que aprendas”--. Y hasta las bailarinas del “Caballo Blanco le encargaban les hiciera sus zapatillas de baile, cuando el centro nocturno estaba en su apogeo.
Miguel Ángel Castro García, platica que al principio, le daba pena que pasaban las chicas y lo vieran remendando zapatos, un oficio que aprendió hace 40 años, trabajaba con la cabeza gacha, hasta que doña Ema, lo vio y le dijo levanta la cara con esa vergüenza que tienes no vas a salir adelante, él le contestó, “esa chamba es para viejitos”
Luego lo rameó con albahaca, mientras le decía, -- “Despoja esa vergüenza, deja esa vergüenza, aleja esa vergüenza”--. fueron dos días de rameadas y dice que quedo listo; desde entonces, no le falta el trabajo; de ahí compro su terrenito en la pancho villa e hizo su casa y hasta el día de hoy no le falta el trabajo tiene dos hijas y un hijo que ha sacado adelante.
A raíz del atentado en el “caballo Blanco”, dejo de ganar una buena lana ya que les fabricaba sus zapatillas a las bailarinas del ese centro nocturno, a ellas les gustaba el trabajo que hacía Miguel.
Actualmente labora en el mercado Úrsulo Galván en la colonia Benito Juárez norte, a donde llega su clientela a que les fabrique sus zapatos, les repare medias suelas, les haga forro de tacones, pulseras, pintado y cambio de colores y la costura y colocación de cierres a mochilas y libros.
Rememora don Miguel, cuando empezó las tapitas costaban dos pesos con cincuenta centavos hoy cuestan 50 pesos, el litro de resisto valía 8 pesos hoy está en 170 pesos, todo está por las nubes, mas el no comenta que trata de dar precios accesibles para no perder su clientela.
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