Pedro Martínez Gómez, llevaba más de la mitad de su vida cantando en las cantinas hasta que enfermó y un milagro lo curó, desde entonces decidió cambiar las canciones de desamor y corridos por alabanzas para Dios.
Recorre las calles con su guitarra al hombro y en las esquinas se detiene para predicar con música la bondad y el amor de Dios, incluso con sus notas musicales se enfrenta a la teoría de la vida, “el hombre no proviene del mono, somos una creación de Dios”, arenga con ritmo, al mismo tiempo que el pulgar y el dedo índice de su mano derecha se mueve con maestría entre las seis cuerdas de la guitarra.
“Yo estuve a punto de morir, ya no tenía esperanzas de vida, me atacó una enfermedad muy agresiva y mortal; en ese momento decidí entregar mi vida a Dios, después de unos meses, los médicos se sorprendieron porque mi cuerpo estaba sano y sin secuelas, la fe y la oración me curó, no hay otra explicación”, detalló Pedro.
Desde entonces dijo que puso fin sus excesos y desvelos, dejó de ir a los centros nocturnos y ahora predica la palabra de Dios en lugares públicos, dijo que cuenta su historia para que otros no pierdan la fe de lo poderoso de la oración cuando doblamos las rodillas.
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