Gerardo Romero Tzilin es un poblano que encontró en la poesía un refugio y una forma de canalizar el dolor causado por la muerte de su hija Norma, quien falleció a los 14 años luego de no resistir una cirugía a corazón abierto.
“No le lloré, no nada, a parte de que se sentía el dolor. Entonces los mismos psicólogos y terapeutas me dijeron que de algún modo tenía que sacar mi dolor porque si no me iba a hacer daño”, explica con voz entrecortada.
El hombre de 52 años atrae la atención de ciudadanos que se detienen a leer sus poemas escritos en el piso del centro de Xalapa, ya sea en el Parque Benito Juárez o la banqueta de la calle Juan de la Luz Enríquez, justo al exterior de una sucursal bancaria.
Gerardo asegura que antes de la tragedia que lo acercó a la poesía fue militar. Tras 17 años de servicio tuvo que retirarse luego de recibir un disparo en el pulmón derecho, algo que incluso estuvo a punto de costarle la vida.
Sin embargo y tras recorrer otras ciudades del país, llegó a Xalapa hace cuatro años para escribir los poemas que, pasado un par de horas, debe borrar con un trapeador, ya que ese es parte de un acuerdo para que pueda seguir mostrando su arte en la vía pública.
“Yo los únicos estudios que tengo son más que la pura primaria, entonces parte de la vida es lo que le va a uno enseñando. El leer demasiado, hay que leer demasiado para aprender lo que es la gramática dentro de lo que son puntos, comas, acentuaciones”, explica sobre la forma en la que desarrolló su habilidad para escribir poemas.
El artista urbano asegura que poetas como Rubén Darío y Sor Juana Inés de la Cruz lo inspiran, ya no nada más para escribir poemas inspirados en la vida y muerte de su hija, sino también en diferentes temas de interés.
“No me he centrado en un solo gusto como varios poetas grandes de la antigüedad que solo hablaban del amor y el desamor, me he situado en todo, poemas de la vida real, reflexiones, poemas ficticios, del amor, he hecho de todo”.
Gerardo ha escrito más de 2 mil 550 poemas, mismos que plasma en el suelo para ganar cerca de 300 pesos diarios. Ese dinero lo utiliza para subsistir y costear medicamentos pues padece epilepsia, enfermedad por la que no ha podido incorporarse a un empleo formal.
“Por lo mismo del sufrimiento que tuve se me desarrolló una epilepsia crónica por depresión mayor. Hasta el momento no se me ha quitado, tengo que tomar medicamento”, explica.
“Por lo mismo, aunque he buscado y he metido solicitudes para buscar un trabajo estable no me lo dan porque ellos temen que algo me vaya a suceder y no desean emplearme”, lamenta.
Pero eso ya no es obstáculo, pues sus gises de colores y cada una de las palabras provenientes de su mente le han permitido encontrar la paz necesaria para convertirse en promotor de la literatura.
Además de que la pensión parcial que recibe luego de tener que dejar el Ejército sirve para mantener a sus once hijos, de los cuales asegura, aún tiene que mantener a seis.
El poeta urbano considera que las nuevas generaciones se ven afectadas por la información y los contenidos difundidos en redes sociales, los cuales no tienen relación con la literatura.
Ante ello, Gerardo asume el compromiso personal de luchar contra los vicios y las nuevas tecnologías.
“Eso es lo que yo estoy tratando de hacer, de fomentar nuevamente lo que es la lectura ‘bombardeando’ a los jóvenes”, concluye mientras borra con su trapeador el poema titulado ‘Tiempo que se va es tiempo que no regresa tiempo’.
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