Entre la basura, acostados a unos metros de las vías del tren, los pequeños hijos de los migrantes permanecen aguardando a que sus padres los lleven en la larga y peligrosa travesía rumbo a la frontera norte.
Descansando donde les agarra el sueño, donde tienen oportunidad de hacerlo, comiendo lo que pueden, en la mayoría de las veces "chatarra".
A pesar de su corta edad, puede verse en sus rostros reflejada la tristeza por las carencias vividas, con la mirada perdida, viendo la basura y algunos perros que deambulan.
Lo anterior transcurre abajo del puente de la avenida Uno, mientras otros tantos migrantes esperan formados afuera de la llamada Casa del Migrante, para ingresar, darse yn baño, lavar su ropa y poder comer, pero al estar llena, tienen que esperar su turno.
"Llegamos a las seis de la mañana y esperamos podee seguir nuestro camino a las diez de la noche, que es cuando nos dicen sale el próximo tren", señaló Geovanny, quien viaja procedente de Honduras al igual que una familia que lleva a un pequeño.
Otro centroamericano pedía un par de zapatos para seguir su camino, mientras mostraba los tenis despegados de la suela pero como no tenía otro par, seguía con los mismos adelante.
Esa es una pequeña parte del peregrinar de los centroamericanos, en especial de los pequeños, quienes a pesar de su corta edad, sufren las consecuencias de las carencias al buscar el sueño de vida americana.
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