Después de luchar por un largo tiempo contra una enfermedad, Daniel Francisco Torres, reportero policiaco del corporativo Imagen del Golfo de la zona Minatitlán-Cosoleacaque, perdió la vida la mañana de este lunes.
El periodista empírico, quien contaba con varias décadas de experiencia se mantenía activo enviado sus notas pesé a la enfermedad que lo mantenía en cama, todo esto para mantener informados a los lectores mediante las páginas de Diario del Istmo y Diario Órale.
Compañeros y amigos lo recuerdan siempre comprometido, educado y respetuoso siendo un excelente ser humano, entregado en sus coberturas de trabajo a bordo de su motocicleta, con su casco y su mochila en la espalda, recorriendo las calles de Minatitlán y localidades aledañas.
Quienes lo conocieron recuerdan que por muy exhaustas, cansadas e impredecibles que fueran sus jornadas de trabajo, tenía una sonrisa o anécdota para compartir.
Durante su trayectoria como reportero de la fuente policiaca tuvo un sin fin de historias juntos a sus compañeros; asimismo en el año 2015, fue galardonado con el Premio Estatal de Periodismo.
Decidido por seguir realizando su trabajo reporteril en el año 2017, durante la transición a la era digital, se inició en las transmisiones en vivo en cada una de las coberturas de nota policiaca y todos aquellos eventos que fueran de importancia.
Sin embargo la mañana de este lunes el compañero, amigo, esposo, padre y abuelo, perdió la vida dejando una irreparable pérdida entre sus seres queridos y una huella imborrable en el andar periodístico de nota roja. Descanse en paz, Daniel Francisco.
Carta a Daniel Francisco (por Marthin Ruiz)
Este inicio de semana nos despertamos con una infausta noticia que nos perturbó al alma, el deceso de nuestro estimado amigo y compañero Daniel Francisco Torres, fallecido este lunes a causa de un prolongado padecimiento progresivo que lo fue minando poco a poco hasta vencerlo.
Con el transcurrir de los meses, se hizo un año de sufrimiento que lo obligó a resguardarse en su domicilio, porque ya no era conveniente que saliera a trabajar, aunque desde su hogar continuó ejercitándose en su actividad informativa para sentirse útil.
Los días siguieron pasando sin la esperanza de mejoras en la salud de nuestro querido amigo, ya que, al parecer, médicamente no había nada más qué hacer, sólo tenerlo bajo el resguardo de su familia: su esposa Carmelita, sus hijos Daniel, Elizabeth y Janeth, que se esmeraron en su cuidado, a veces trasladándolo a clínicas médicas foráneas para su tratamiento de rutina que le prolongarían la vida.
Ya todo eso pasó. Después de un año, la crisis de salud devino en lo inevitable. Así, Daniel partió a lo que consideramos otro plano de existencia, en donde ya no tendrá sufrimiento ni congoja, y por donde llegaría a la presencia de nuestro creador para dar cuenta de sus actos.
Y desde aquí abogamos y rogamos por él, como testigos del hombre humilde, honrado, bondadoso, de sonrisa franca, presto a ayudar a sus semejantes; un hombre libre de vanidad y de soberbia, libre de egoísmo y de ambiciones malsanas que corrompen al género humano.
Sus compañeros y amigos, como se segunda familia, nos sentimos orgullosos de haberlo conocido, de haber convivido con este hombre entregado con pasión a su trabajo; que no se quedaba en cama por simples gripas y calenturitas que tumban a otros.
Y bien dice la canción interpretada por el extinto Alberto Cortés: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar, la llegada de otro amigo”. Dios te guarde, amigo Daniel.
Gracias por tu amistad y que Dios reconforte a tu familia ¡hasta siempre!. Tus amigos y compañeros.
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