Se dice un reportero con suerte y parece que sí, fue el año de 1970 el que lo marcó con historias que hacen creer que efectivamente la fortuna, la providencia, lo arropan.
No abordar un avión que se desplomó el 25 de enero de ese año en Poza Rica en una gira del entonces candidato a la presidencia de la República, Luis Echeverría Álvarez, y llevarse la primicia en México de la muerte de Charles de Gaulle, un 9 de noviembre de 1970, lo atestiguan.
Pero, hay que tener más que suerte para regresar ileso de la Guerra de Líbano; se necesita más que serendipia para ser editor-fundador de al menos siete medios de comunicación.
Debe haber algo más que fortuna cuando se gana un Premio Mundial a la Excelencia Periodística, el “César Vallejo 2022” y se obtienen tres Premios Nacionales de Periodismo, además de un Doctorado Honoris Causa.
Tiene dos libros, pero pudo haber escrito 10 o 20 con el gran número de anécdotas y conceptos del diarismo que acumula.
A sus 60 años como periodista y al cumplirse 45 años de la fundación de Diario del Istmo, José Pablo Robles Martínez, camina en la charla vertiendo conceptos de lo que para él es “la profesión más bella del mundo”, de la misma manera que lo pensaba Gabriel García Márquez.
Hoy, el aprendiz de doctor en épocas de juventud, sigue a sus casi 89 años pensando que tomó la mejor decisión: ser periodista.
Y ahí estaba esa mañana de la entrevista, pegado a la computadora, dándole a las teclas, como el novato que busca llevar la primicia a la redacción y ser la estrella por un día.
Porque si de algo está convencido José Pablo, es que el reportero muere y nace todos los días. Que todos los días en el periodismo son irrepetibles.
“El oficio del periodismo es el más bello del mundo y te lo digo porque es diferente todos los días, nunca llegas a una rutina, nunca sabes lo que va a pasar, nunca te imaginas lo que va a suceder, y sobre todo influye mucho la suerte para encontrar temas, el escribir es una de las tareas más bonitas y más bellas”, dice sentado ya en el sillón, mientras platica un poco incómodo por las paperas que lo afectaban en ese momento.
P.- Maestro pudo haber sido doctor y terminó siendo un gran periodista
Sonríe, se acomoda el sillón y contesta.
JP.- “Era cuestión económica más que nada, el haber terminado la carrera, que pasaran cuatro meses y no te pagaran porque así era la costumbre, pues dije ¡híjole yo creo que no!, sobre todo por los compromisos que demanda una familia y no creo que hubiera sido un buen médico. Fíjate que sí trabajé en un hospital, el Rubén Leñero en la Ciudad de México, pero eran muchos accidentados, acuchillados, baleados y el que me hayan asignado ahí desde el tercer año hasta que acabé la carrera me hizo sentir que no era capaz de estar en un consultorio, si estar en cirugías, pero no en un consultorio. Me di cuenta y me dije “hay que ser conscientes de las capacidades, el talento que tiene uno y sobre todo el conocimiento” y por eso es que no lo hice.
P.- Pero hay cierta similitud en disposiciones de tiempo para la familia, porque el doctor, tanto como el periodista, pasan muchas horas fuera de casa.
Hay una anécdota que alguna vez le escuché a su esposa Roselia, que cuando en la escuela les pedían a sus hijos que dibujaran a su familia, el papá, o sea usted, siempre lo dibujaban durmiendo.
La risa regresa por un momento y se apura a contestar.
JP.- “Sí, siempre me la pasaba descansando, pero lo que pasa es que cuando tienes una familia numerosa había que buscarle más trabajo, allá en México en las mañanas daba clases en la UNAM, al mediodía hacia la revista de CFE y en la tarde al periódico, tenía tres salarios y eso me permitió sacar adelante a la familia”
P.- No ha cambiado mucho, actualmente el ser reportero de calle es tener varios salarios para mantener a su familia.
JP.- “Sí, así es, yo sabía que tener una familia grande había que tener ingresos elevados para pagar la renta, lo que podía dar el periódico no alcanzaba y por eso había que buscarle, por otro lado. Dar clases era atractivo, pero era matado. Los estudiantes de la UNAM sabían que yo casi era jefe de El Heraldo y entonces decían “¡no, pues aquí vamos a tener chamba!”, yo tenía un salón gigantesco, daba clases en un auditorio. Fue una experiencia muy bonita, de casi 14 años y eso me afectó la voz, me fui quedando ronco, porque no podía usar un micrófono, tienes que alzar la voz.
P.- Ha formado grandes periodistas no sólo en el aula, sino también en las empresas que ha constituido, platiquemos un poco de los temas que tienen que ver con el ejercicio periodístico. ¿Cuál es la principal debilidad que ve usted en los periodistas de hoy en día?
JP.-”Que lamentablemente se le está dando una gran importancia a la nota roja y para mí se me hace medio absurdo, como que nos olvidamos de la información importante”, afirma.
“Yo creo que la nota roja es para decirle a la gente ‘¡fíjate que hay gente más fregada que tú o que sufrió esto o que vivió esto!’, es como darle un conformismo, pero yo sí creo que es muy negativa y creo que deberíamos de empezar a hacerlo a un lado, los noticieros ya son pura nota roja y si lo vamos a hacer, pues tiene que ser un número destacado, una importante cifra del hecho, para que las personas realmente lo tomen como relevante”.
Afirma que hay que buscar nuevas historias y relata la charla que tuvo con un reportero sobre Elon Musk que está trabajando en lo que podría considerarse una "súper raza" en Estados Unidos, donde se manipula genéticamente el ADN de los embriones para que los hijos puedan ser diseñados según las preferencias de los padres, desde su género hasta características específicas como color de ojos o habilidades físicas.
Destaca preocupación por la disminución de la población mundial, citando el ejemplo de Italia, que ha pasado de 68 millones de habitantes alrededor de 40 millones. Atribuye esta disminución a razones como el costo y el compromiso que implica tener hijos, así como la preocupación por su futuro financiero y educativo.
“Sin embargo, Elon Musk, tiene 11 hijos, qué contradictorio, ¿no?”, comenta soltando una carcajada, quien tuvo la oportunidad de entrevistar a Linus Pauling, destacado químico y activista estadounidense, ganador dos veces del Premio Nobel en Química en 1954 y de la Paz en 1962.
El autor de “Un infierno llamado Líbano” enfatiza la importancia del reportero de calle, quien narra las historias fundamentales de un medio de comunicación y admite la falta de seguridad para los periodistas en Veracruz debido a la impunidad en casos de agresión.
P.- En diferentes entrevistas usted ha dicho que tiene un gran respeto por el reportero de calle, que todas las personas de la empresa periodística, desde el desde el publicista, prensista, editor, diseñador, son importantes, pero al reportero de calle usted le da una mayor importancia ¿por qué?
JP.- “El que cuenta la historia es el reportero. Yo no siento que los que están sentaditos en su oficina sean reporteros, es el que sale a la calle, el que va, entrevista e investiga; el periodismo de investigación debe tener otro auge para que la gente encuentre algo realmente de asombro, novedoso e importante, pero eso de estar leyendo solo nota roja, se me hace absurdo”.
P.- Tenemos a Veracruz como uno de los estados con más muerte de periodistas, ¿hay tranquilidad para ejercer periodismo en Veracruz?
JP.- “No, fíjate que no, el político, el funcionario y también el sector privado, como que se sienten intocables y cuando se les critica, te quieren hacer daño, y por supuesto que ellos jamás van a ser los autores materiales de alguna agresión. Y lamentablemente Veracruz tiene esa fama, pero es por eso, porque los políticos se sienten importantes y se les olvida que el poder es prestado y lo tienes que regresar”, señala.
Recuerda y afirma que siempre se negó a participar dentro de la clase política.
“Nunca me gustó y tuve invitaciones para participar y siempre las hice a un lado. En una ocasión Jesús Reyes Heroles me invitó a ser diputado y le pregunté a un gran amigo Paco de la Vega, era una gente muy seria y formal, había sido gobernador y me dijo ‘¡No, si te metes a una cosa, así olvídate de la otra!’, y me quedé en el periodismo”.
P.- Recuerdo que usted era un hombre muy preocupado por todo el proceso de un periódico llegaba la redacción, preguntaba por los temas que se iban a publicar, estoy hablando de Diario del Istmo, hablaba con los reporteros, se iba al área de diseño, recorría el área de publicidad, bajaba en ese tiempo a composición, se iba a talleres ¿todavía lo sigue haciendo?
JP.-“Fíjate que ya no como antes, pero yo sí recuerdo aquel periódico en el que empecé, que era hoja por hoja, cuando teníamos una prensa plana y se metía una hoja y salía otra, eso ya no existe, para orgullo de la empresa ahora tenemos la impresora más moderna que existe en el mundo, es una máquina que te produce una revista completa en cinco minutos, y hasta donde sé para sacar una revista se tenía que esperar una semana, y estás son cosas de novedades que tenemos que dar a conocer y sobre todo que ese espíritu de innovación, de quererte renovar no se pierda”.
El maestro Robles Martínez relata, como si hubiera pasado ayer, cómo la suerte lo salvó de un fatídico destino en la campaña presidencial de Echeverría, cuando cedió su lugar a un colega y el avión se estrelló, llevándose la vida de 14 periodistas.
P.- Usted ha dicho que es una de las profesiones más bellas y que ha sido un tipo con suerte dentro del periodismo, ¿por qué con suerte?
JP.- “¡Imagínate nada más!, cuando iniciaba la campaña de Echeverría que arranca en Veracruz, estaba yo trabajando en el periódico El Heraldo. Me dijeron el que va a ir eres tú, y así se escogió al jefe de fotógrafos, un articulista político, al reportero de presidencia y en eso se acerca el jefe de redacción Rafael Moya Rodríguez y me dijo que su esposa estaba esperando un hijo que le diera la oportunidad de ir.
Me dice, ‘¡Oye, fíjate que yo sé que al inicio de las campañas siempre las oficinas de prensa les dan una lanita para empezar toda la campaña ¡déjame ir!’, y le dije ¡claro que sí!, y entonces me fui con mi familia a un picnic y me llevé un radio y estando ahí escuché la noticia de que el avión donde iba viajando Rafael se había caído, ahí murieron 14 reporteros, ese 25 de enero de 1970, entonces ¡qué más suerte se puede tener…!
Recuerda que en la lista de los fallecidos de los periódicos aparecía su nombre, porque era el que estaba acreditado para el viaje, pero el que falleció fue Moya Rodríguez.
Sin descansar continúa las anécdotas donde la fortuna estuvo de su lado.
JP.-"Otra suerte que tuve es que cuando un amigo de Cosamaloapan que había trabajado conmigo en Carlos A. Carrillo, me dice ‘oye, estoy aquí en México, pero no tengo donde quedarme’, y le mencioné que se quedara en las instalaciones del periódico y avisé al encargado de cables para que se quedara ahí a dormir; pero como a las tres de la mañana empezó a sonar el teléfono en la casa y me dice “oye están sonando aquí todos los télex, France Press, la UPI, la AP, etcétera, al parecer hay una nota muy fuerte” y que me levanto y me voy al periódico y me entero de la nota, habían encontrado muerto a Charles de Gaulle en Francia, entonces bajé a ver señor Zetina, al jefe de talleres quien llevaba más de la mitad de la edición impresa y le dije ¡‘para prensa, e imprimimos de nuevo’! Y se cambió la de ocho columnas.
“Fuimos el único periódico que llevó esa nota de ocho columnas y eso para mí es un recuerdo bonito. Pero en el fondo tuve problemas”
P.-¿Por qué problemas?
JP.-“Habíamos creado los jefes de redacción de diarios nacionales, el Club Primera Plana, éramos cinco, El Heraldo, La Prensa, El Universal, entre otros, el del Excélsior, no, porque no había ni jefe de redacción, ahí Julio Scherer hacía todo.
Pocos después me enteró de que por haber sacado la muerte de Gaulle, corren al jefe de redacción de Novedades y una semana después al de La Prensa por el mismo motivo, porque se les había ido la nota, pero ¡pues a mí no!. Pero igual me hubieran corrido de no haber estado el amigo de Cosamalopan ahí, ¡esto es suerte nada más y ya!, y luego ir a la guerra de Líbano y regresar con vida”, retorna la risa mientras se acomoda de nuevo en el sillón y cruza la pierna.
P.- Desde la fundación de Diario del Istmo, usted ha visto pasar muchos gobernadores en Veracruz, de Fernando Gutiérrez Barrios hasta el día de hoy, desde su punto de vista como periodista, ¿cuál considera que ha sido el gobernador más brillante de esa época a la actualidad Veracruz?
JP.-“El que más obra hizo es Dante Delgado; el más niño, más simpático y el que ayudaba a la gente era Fidel, siempre traía dinero en la bolsa y ayudaba a los que se le acercaban, Javier Duarte, cuando era secretario de Finanzas creo que todos los días dejaba medio millón para que repartiera, me he llevado bien con casi todos, con Murillo Vidal, con Hernández Ochoa.
“Otra historia fue Fernando Gutiérrez Barrios, lamentablemente estuvo poco tiempo en Veracruz, pero en 40 días sí puso una tranquilidad impresionante”.
“Recuerdo que una ocasión mi esposa en un desayuno porque llegaba al finalizar algún evento, como que se les hacía muy fácil llegar a la casa ¡oye invítame a desayunar!. Ya ahí le comentó mi esposa que yo tenía una amenaza de Cirilo Vázquez que era el cacique del sur, al día siguiente Cirilo Vázquez estaba ya estaba guardado, así eran las cosas en ese tiempo”.
P.-¿Y Miguel Alemán?
JP.-“Miguel Alemán como amigo es una bella persona y un gran amigo, es una persona sencilla, tiene una esposa maravillosa”.
El fundador del Corporativo Imagen del Golfo habla de los 45 años de Diario del Istmo y la posibilidad de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, asista al aniversario.
P.-Son ya 45 años de la historia de Diario del Istmo…
JP.-“Fíjate que tenemos la promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de que va a estar en ese aniversario, ojalá nos acompañé a celebrar estos 45 años del Diario del Istmo”.
Una celebración que sería en el mes de junio.
Sin parar, suelta cómo nació la amistad con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
JP.- “La amistad que tenemos con López Obrador surge porque él llegaba con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y recuerdo que llegaban a la casa, y mi esposa siempre le decía a Obrador “¡también usted pásele!, y entonces se quedaban a comer, de ahí surge esa amistad, pero estoy hablando del año 1988 por eso es que hay tanta amistad con Andrés e indiscutiblemente es el mejor presidente que ha tenido México, sin duda, el que más obra ha hecho y el que más ha ayudado a la gente pobre, son impresionantes los programas sociales, creo que entró a la historia y se le va a extrañar, ¡hasta las Mañaneras!”
P.-En las escuelas de periodismo no enseñan a los periodistas a ser empresarios, ¿cuál es su consejo para las nuevas generaciones, para cuando quieran convertirse en empresarios dentro del periodismo?
JP.- “No creo que haya una escuela que te diga la fórmula para hacerlo”.
“Yo trabajé con Vázquez Raña, con los Alarcón, con García Mora, todos eran empresarios y querían figurar como directores del periódico y nunca escribían una nota, les atraía a ellos más que el dinero, era el poder.
Asegura que le costó trabajo dejar un medio nacional para unirse al Diario del Istmo. Hace dos meses se preguntaba constantemente sobre el momento en que había tomado esa decisión, cambiando de una dirección nacional a un periódico de ocho páginas.
Al llegar, se encontró con un modesto escritorio de director, una pequeña mesita y una silla improvisada, una torre de periódicos apilados, uno tras otro.
“Recuerdo, había un cajoncito y me dicen, ‘¡ahí se guarda el dinero!’, lo abro y había una pistola, así era esto en esos tiempos”.
A pesar de las condiciones, decidió hacer del Diario del Istmo un medio importante.
“Dije, ‘¡Bueno, ya tomé esta decisión, vamos a hacer que Diario del Istmo sea importante!’, eso fue, y enseguida de plano fue a pasarme los días enteros en el diario. Yo no recuerdo haber tomado vacaciones, pero ya cuando nos fue bien, ¡claro que sí nos fue bien!”.
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