Su nombre es Isabel Rodríguez Vázquez, reside en Puente Nacional, Veracruz, y su hijo, un bebé de nueve meses, ha sido diagnosticado con leucemia e Isabel necesita ocho donadores de sangre tipo O positiva o negativa, pero O.
Deben presentarse de dos en dos en la clínica 14 del Instituto Mexicano del Seguro Social por razones de la contingencia sanitaria y el número de contacto que Isabel Rodríguez Vázquez proporcionó a los reporteros es el 296 116 7323.
Su bebé tiene nueve meses y a los siete se le diagnosticó leucemia. ¿Hay un pediatra hematólogo en la sala? ¿Hay donadores a la mano? ¿Nos queda algo de humanidad ante la tragedia del otro? Esta columnilla y su autor quieren pensar que sí, que podemos reflejarnos en el otro, reconocernos en la derrota, la pérdida, la demanda de solidaridad.
El amanuense no conoce a Isabel Rodríguez Vázquez como tampoco los reporteros a los que ella se acercó, o ellos a ella, es lo de menos; si por lo menos podemos atender una mínima demanda de solidaridad es probable que mañana sea mejor que hoy. Ya lo dijo Cris, la patria es el otro y hoy el otro es un bebé.
A los que les cayó la viga encima fue a los constructores de la llamada Torre Arista. Llegó Protección Civil estatal y les pidió un dictamen de riesgo. Dictamen no había –nada más Imagen, no se arruguen cueros viejos, tengan tantito humor— y ante la ausencia de dictamen procede la clausura temporal, la guerrita procedimental y la guerrilla recursal. Que nadie festeje ni mande parar la música, la batalla legal por la altitud de la torre acaba de empezar y no hay nada que celebrar porque el argumento de la fealdad de la torre –la verdad sí es fea, muy fea— es un argumento lábil (¿cómo ven al escribano dominando el idioma? ¡Lábil!, que palabra).
¿Hay un valuador inmobiliario en la sala? ¿A cuánto el metro cuadrado en la zona? ¿Estará disponible un departamento en el último piso con ventanales que permitan observar los cuatro puntos cardinales de la heroica ciudad y puerto? Imposible saber si los arquitectos o los ingenieros responsables de la obra leyeron “Toda la vida”, la antepenúltima novela de Héctor Aguilar Camín –la última es Plagio, gracias, de nada, Palacio Nacional no patrocina este breviario cultural— donde un abogado poco escrupuloso ¡ups!, y de remate profesor de leyes en la universidad ¡recontraups!, tiene un departamento que comparte con su amante; el pisito en cuestión está rodeado de ventanales que miran a los cuatro puntos cardinales de la ciudad de México.
¿No la han leído? Pasen y lean, o llévense de aquí la idea (del departamento, no lo de poco escrupulosos y otros rubros); de eso nada, recuerden chicos, chicas, chiques, lectoras, lectores, lecteres, se castiga el escándalo no el pecado y la torrecita, la verdad, peca de fea. Jenga en obra negra. ¡Mozoo, cierre la nueve! ¡Ahreee!
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