En las últimas décadas, las enfermedades zoonóticas, aquellas transferidas de animales a humanos, han ganado atención internacional. El ébola, la gripe aviar, la gripe por el virus H1N1, el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS), la fiebre del Valle del Rift, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el virus del Nilo Occidental, el virus del Zika y el nuevo COVID-19 han causado pandemias o han amenazado con causarlas, y han dejado miles de muertes y grandes pérdidas económicas.
La deforestación, el tráfico ilegal de especies y la producción intensiva de alimentos son algunos de los factores asociados al aumento de las enfermedades zoonóticas.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) el 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal y que dichas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas, las zoonosis son oportunistas y prosperan cuando hay cambios en el medio ambiente, en los huéspedes animales o humanos, o en los mismos patógenos.
Los ecosistemas son inherentemente resistentes y adaptables y, al sustentar la existencia de diversas especies, ayudan a regular las enfermedades. Cuanto más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente.
La acción humana ha modificado las estructuras de la población de vida silvestre y ha diezmado la biodiversidad a un ritmo sin precedentes, produciendo condiciones que favorecen a ciertos vectores y/o patógenos, o a un huésped en particular. Se han destruido zonas de amortiguamiento naturales, que normalmente separan a los humanos de la vida silvestre, y se han creado puentes para que los patógenos pasen de los animales a las personas.
La proximidad a diferentes especies en mercados húmedos(toman su nombre por la sangre, vísceras y agua que empapa el suelo de los puestos donde se puede comprar carne de animales recién matados) o el consumo de animales silvestres también pueden facilitar la transmisión de animal a humano.
“Estamos íntimamente interconectados con la naturaleza, nos guste o no. Si no cuidamos la naturaleza, no podemos cuidar de nosotros mismos”.
¿Qué podemos hacer?
Abordar el surgimiento de las enfermedades zoonóticas implica atender su principal causa, es decir, el impacto de las actividades humanas en los ecosistemas.
Esto significa reconocer las estrechas relaciones entre la salud humana, animal y ambiental.
El PNUMA, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y cientos de socios en todo el planeta están lanzando una iniciativa para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo durante los próximos 10 años.
La Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030 es una respuesta a la pérdida y degradación de los hábitats y se centrará en la creación de voluntad política y capacidades para restablecer la relación de la humanidad con la naturaleza.
La pandemia de COVID19 nos llama con urgencia a acelerar la acción ambiental.
A medida que el mundo responda y se recupere de la pandemia actual, se necesitará un plan sólido para proteger la naturaleza, de modo que la naturaleza pueda proteger a la humanidad.
#CambiaUnaAccionCambiaTodo
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