El siglo pasado estuvo marcado en México por una hegemonía clara del Partido Revolucionario Institucional; el PRI dominó la política mexicana durante más de 70 años. En ese tiempo, la traición política se manifestó en múltiples formas: desde acuerdos secretos y traiciones dentro del mismo partido hasta manipulación de elecciones y actos de corrupción.
La traición en la política no es un fenómeno nuevo, sino una constante que ha moldeado el destino de las naciones a lo largo de la historia. Este acto de deslealtad, que a menudo implica romper promesas y alianzas, se fundamenta en lo que algunos han llamado “el arte del engaño”. Este arte se refiere a la habilidad de manipular la percepción pública y de jugar con las lealtades de los individuos para alcanzar objetivos personales o políticos.
En el contexto político, la traición puede manifestarse de diversas maneras: desde el incumplimiento de compromisos hasta el cambio repentino de lealtades en momentos cruciales. Los líderes que dominan el arte del engaño saben cómo presentar una imagen pública que oculta sus verdaderas intenciones.
Este arte del engaño se apoya en la capacidad para crear ilusiones y mantener una fachada que esconde la verdadera agenda. La traición, entonces, no sólo implica un acto de deslealtad, sino también una maestría en el manejo de la percepción y la confianza. A medida que los actores políticos despliegan estas tácticas, la política se convierte en un juego de apariencias donde la verdad es a menudo la primera víctima.
En las horas recientes, el caso del senador panista Miguel Ángel Yunes Márquez acaparó titulares en los medios y se convirtió en tendencia en las redes sociales; todo parece indicar que el legislador, integrante de una familia que controla el PAN en la entidad veracruzana, pactó con el partido en el poder y comprometió su voto para apoyar la reforma judicial impulsada desde la Presidencia de la República.
Argumentando problemas de salud, Yunes Márquez solicitó licencia al Senado y al quite entró su padre, el ex gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, quien desde antes de rendir protesta se ubicó del lado del oficialismo.
En la víspera, la senadora Lupita Munguía, coordinadora de la bancada panista en el Senado, emitió un mensaje en redes; básicamente dice “…que cumpla su palabra ante la sociedad. La subsistencia de la República depende de la integridad, honor y patriotismo de las senadoras y senadores de oposición. No hay espacio para ambigüedades”.
La Asociación Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito; la Conferencia del Episcopado Mexicano (Iglesia católica); y la agrupación de carácter empresarial Coparmex, emitieron pronunciamientos en similar sentido, pero de nada sirvieron, dado que la familia Yunes ya había tomado la decisión de dar un brinco sin retorno: salir de Acción Nacional y garantizar el cambio en el sistema judicial.
Será interesante a partir de ahora ver ¿a cambio de qué?, ¿cuál fue el compromiso?, y si éste se limita a un tema de impunidad con relación a las acusaciones contra los integrantes de la familia; o si el pacto incluye también posiciones políticas, sobre todo ahora que se acerca la sucesión municipal en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río.
Como sea, la reforma judicial va; el cambio en el sistema es un hecho; la oposición quedó pulverizada aún más en Veracruz; y en el país, reducida a su mínima expresión.
@luisromero85
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