Unos cuantos centímetros cúbicos de líquido viscoso, frío, presumiblemente congelado durante muchas horas,movilizados en transporte terrestre, en transporte aéreo...
Unos cuantos centímetros cúbicos son lo que aparentemente toma cambiar tu miedo, tu ausencia total de sueño, tus ataques parciales de ansiedad, tu presión por dejar ordenadas las cosas, tu ansiedad por no saber qué pasa mañana, tu psicosis ante la posibilidad de que cuando vayas a hacer la compra, cuando recibas un paquete en casa, cuando saludes aunque sea de lejitos al conserje de tu edificio, cuando hagas esa yoga en el parque, te contagies irremediablemente y con una fatalidad que te lleve como en las historias que has visto en los periódicos y en la televisión, a pasar las últimas horas de tu vida, inconsciente, conectado a una máquina cuyo tubo abocarda directamente tus pulmones, aislado del mundo y sin poderle decir adiós a nadie, ni a tu perro, ni a tu hijo, ni a tu madre, ni tu hermano.
Las colas parece ser que se van haciendo cada vez más grandes, la gente llega por ansiedad, se quieren arrebatar las vacunas, se dan bofetadas. Los ancianos duermen en las banquetas por las madrugadas. Hay desorganización, hay improvisación,el inicio que siempre es difícil, aunque poco a poco la cosa va tomando ritmo y forma,la gente llega se quiere vacunar, piensa como en película de ciencia ficción de los años 50 o 60,que esa es la única tabla de salvación, que el que tome la vacuna, el que arrebate la vacuna, seguramente podrá sobrevivir. Ya no importa aquí, pareciera, pensar otra vez en el cáncer, la leucemia, el glaucoma o cualquiera otra de esas enfermedades como la diabetes que todos los días nos están matando.
Ya no hay que pensar en los accidentes automovilísticos, parece que se nos ha olvidado que llevamos una cifra récord de muertos por causas violentas en nuestro País. Como que todo el entorno hiciera pensar que la vacuna nos salvará como si fuera el agua del cáliz que proviene de una especie de un santo grial, que finalmente va a tocar nuestro organismo y nos va a volver inmunes ante cualquiera de los avatares que enfrentamos en esta era de la posverdad.
Parece ser que también es la esperanza de poder retomar de alguna manera tu normalidad, de poder regresar a esos momentos de solaz en los que departías con amigos, con tu novia, con tu novio, con tu amante, con tus hijos; en una cantina, en un parque, en un cine, en un concierto. Parece ser que es como una esperanza de recuperar eso que ya ves perdido después de casi un año de una circunstancia totalmente imprevista, totalmente inédita, que solamente se veía, otra vez, en las pantallas de televisión o en los libros esos furibundos de ciencia ficción que te llevaban a una realidad increíble en un futuro que se veía muy lejano.
Esto es el cierre de puertas del planeta tierra, donde todos tuvimos que aislarnos, que desconectarnos, que dejar de ver a los seres queridos o que tomar un riesgo porque muchos también lo hicieron así, en tu trabajo, una boda, en una fiesta, en un aquelarre que al final del día te dejaran infectado sin saber que iba a pasar con ese virus dentro de tu organismo, si solamente ibas a ser asintomático, si te iban a dar síntomas como de una gripita, si iba a ser algo muy feroz como una neumonía grave, o si de plano te iban a llevar a una cama de hospital o a una banqueta, como ha sido en muchos casos, a expirar los últimos estertores de vida, aislado, sin el mínimo beneficio de una extremaunción y sin poderte comunicar con nadie.
Unos cuántos centímetros cúbicos de un líquido viscoso, congelado, transportado por aire y por tierra en la mano de una enfermera, de un guardián, de un ángel que parece ser que infatigable está ahí para ti también, con esa inyección que te va a permitir recuperar la esperanza, que te va a permitir sentirte fuerte otra vez, que probablemente te va a permitir darle un sentido distinto a tu vida ahora que la recuperes y te va a llevar a apreciar cosas que antes no apreciabas, abrazar cosas y personas que antes no abrazabas, a vivir plenamente, a luchar por un futuro diferente ante una crisis feroz que se avecina o en la que ya estamos involucrados hasta la garganta, vibrando con la seguridad inmunológica en tu hombro derecho.
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Facebook: Alfonso Villalva P.
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