Habia un viejo de nombre Andrés, quien ya en su lecho de muerte, dijo a sus hijos Luciano y Jacobo: __tengo dos bueyes y dos patos: eso es lo que les dejo. Después del entierro de Andrés, Jacobo, que no tenía buen corazón, digo a Luciano:
__yo soy el más fuerte: quiero, por tanto, los bueyes; me corresponden por derecho. Tú eres débil y no sabrás guiarlos. Yo tengo los brazos robustos, como mi padre, y podré manejarlos perfectamente.
_ está bien __dijo Luciano, que era humilde y bueno_; quédate con los bueyes y yo tomaré para mí los patos. Jacobo, una vez hecho este trabajo injustisimo, tomó los bueyes, los bañó, los arreglo convenientemente, y salió con ellos para venderlos en el mercado de la ciudad. Por el ansia de una venta pronta, casi los malbarato; y cuando ya tuvo el dinero en la mano invito a sus amigos paseo con ellos por todas partes pagando las diversiones, se dio ínfulas de Rey, fue aquí, fue allá, despilfarro, jugó y perdió allá las últimas monedas que le quedaban.
Así, a la vuelta en unos días estaba tan pobre, que no poseía más que hambre y frío. Y al verse en esta situación humillante, desapareció de la casa.
Luciano a diferencia de Jacobo, luego que tuvo en su poder los patos, los cuidó, los alimentó y pocos días después comenzó a recoger gran cantidad de huevos y de patos, y comportandose con economía y con juicio, pudo comprar más tarde un buey; después vendió el animal y compró un campo; en el sembró trigo, maíz, árboles frutales; y, con el producto de todo esto, pudo adquirir más tarde un bosque muy hermoso que estaba junto a su terreno.
Del Bosque vendía Maderas a precios altisimos. Y pronto Luciano, rico ya, hizo una gran casa en su campo, y desde ahí vigilaba la tierra y el bosque. Un buen día Jacobo estuvo de vuelta, y se presentó en la casa con las ropas desgarradas y la pereza pintada en el semblante.
_Hermano __dijo Luciano Jacobo_; Sí yo te comparto de mi riqueza haré que sigas en tu camino de perdición y holganza. El trabajo regenera, y solo por el podrás corregirte.
Toma cincuenta de mis más hermosos patos y comienza con ellos a labrar tu fortuna: Recuerda que a mí me bastaron dos solamente para hacer la mía.
Trabajo, economía y constancia, son el patrimonio del hombre.
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