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Sin patear el pesebre

2022-05-23 | 07:54 a.m.
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En 1982  la guerra del Líbano estaba en su última fase. Israel había invadido casi todo el país y sus tanques tenían rodeada la capital Beirut.  Yaser  Arafat y su OLP estaban acorralados en Beirut oeste en dónde luchaban desesperadamente para sobrevivir bajo la presión amenazante de las tropas israelíes y un  grupo de  libaneses cristianos de extrema derecha.

Por fin Yaser Arafat salía del Líbano, dejando atrás a cientos de seguidores, quienes se quedarían en los refugios  de Sabra y Chatila.  Lo único que protegia a estos indefensos, era la palabra de los EEUU , de que los refugiados no serían atacados. Pero  el 14 de septiembre de ese año, sucedería un hecho que quebraría este endeble compromiso.  El recien electo mandatario  libanés Bashir Gemayel fue asesinado junto con  40 personas más, al ser volada con explosivos la sede central en Beirut de las fuerzas Libanesas, una milicia cristiano-falangista, aliada de Israel.

Esto hizo que todos voltearan a ver a los palestinos, quienes ya habian abandonado la zona de conflicto.

El día 16 de septiembre , cientos de milicianos libaneses, cegados de ira, rabia y rencor se reunieron en el aeropuerto de Beirut ,que estaba bajo control Israelí.  Ahí armados con marros, fusiles machetes y cualquier objeto que sirviera para herir, cortar matar y mutilar, decidieron entrar al campamento  de refugiados, con la anuencia y el permiso de las tropas Israelíes,  quienes habían asumido  la obligación  de velar por la seguridad  de los residentes.

De nada valió tal compromiso, pues

A las 4 de la tarde de ese fatal dia, una división de 150 individuos invadió el refugio, entrando  tienda por tienda. Asi empezó la orgia  de sangre; gargantas, brazos,  estómagos, piernas y brazos eran brutalmente desmembrados, la furia era inconcebible,  mujeres , niños y ancianos,  todos fueron aniquilados, sin piedad y sin descanso. Los gritos de auxilio se escuchaban a kilómetros. Las ráfagas iluminaban el campamento emulando las celebraciones de cualquier fiesta. Pero aquí era una fiesta de sangre. La masacre se prolongó al día siguiente,  cuando nuevos milicianos llegaban para participar del holocausto

Esa noche y en  la siguiente, la matanza continuaría.  Algunos testigos narraron haber visto  a jóvenes de entre 20 y 40 años, sometidos, amarrados y alineados,  para después  pasarlos por el fuego de la  metralla. Así llegó el 19 de septiembre,  la matanza continuaba. La tortura y las violaciones continuaron. No hubo tregua ni paz. Nadie móvio un solo  dedo para impedirla o pararla.

Algunos milicianos llegaron a pintar las imágenes de Jesuscristo y la Virgen María, en un franco  desplante de burla y de  horrendo sacrilegio. Más y más falangistas se unieron a la masacre. Tres días duró el baño de sangre. Para muchos olvidado , para otros  una fecha negra, que exhibió de forma  cruda el terrible  fantasma de la intolerancia.

De aquella masacre;  algunos contaron entre 500 o 600 víctimas.

Los refugiados no tenían armas, algunos niños lograron escapar o fueron salvados por algunas almas piadosas. De los demás solo quedó la huella de las  bestias que despedazaron,destriparon,  y desaparecieron de manera sistemática toda forma de vida humana  bajo el techo de las lonas. Los organismos humanitarios relatan en sus informes, que en esta masacre hubo cerca de 1100 personas, cuyo único delito fue comulgar con ideas distintas, en un territorio de bestias humanas.

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